opinión

Catástrofe nuclear

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Resulta bastante cómico eso del debate nuclear en España. ¿Pero qué debate? ¿Quizá alguien ha visto un debate? Entiéndase, un intercambio de ideas y datos donde las tesis y antítesis se cruzan cabalmente, se matizan entre sí desde un respeto elemental, y permiten tal vez no una síntesis pero al menos algunas conclusiones. En España, más allá de los circuitos académicos, nada de eso. Más bien, como de costumbre, hay una bronca goyesca a garrotazos desde posiciones inmanentistas. Y Japón es otra coartada para tirarse los trastos. En definitiva la energía nuclear en España se ha convertido en una cuestión identitaria, como tantas cosas para la derecha y la izquierda militantes. Unos desdeñan a los ecologistas como 'sandías' -verdes por fuera, rojos por dentro- y otros a los nucleares como nostálgicos salvajes del hongo de Little Boy. Caricaturas, para variar. Y unos y otros empezaron dando por hecho que Fukushima ha resistido o que Fukushima ha sido una catástrofe sin esperar a lo que realmente ocurra. ¿Para qué esperar arriesgándose a que la realidad estropee la consigna? El debate nuclear contiene todo el maniqueísmo primario que el ADN español necesita para disfrutar de una algarada de dogmatismo.

El arribafirmante -conste- es partidario de ampliar la energía nuclear en el mix energético contra la tendencia al 'nimbysm', fenómeno creciente en una sociedad que quiere todas las ventajas pero ninguno de los inconvenientes; o sea, grandes antenas sí, pero lejos; prospecciones sí, pero lejos; centrales sí, pero lejos… como si todo pudiera estar lejos de todos. El NIMBY -acrónimo de 'not in my back yard': no en mi patio trasero- se consuela con que la nuclear proceda de unos kilómetros más allá de los Pirineos. Pagar mucho por eso resulta absurdo. Pero también asombra la suficiencia estúpida de algunos partidarios de la nuclear como si lo ocurrido en Japón no aconsejara reconsideraciones de seguridad, o como si los casos de Three Mile Island en los setenta, Chernóbil en los ochenta o incluso Tokai-Mura en los noventa fuesen sólo naderías a beneficio de inventario. La amenaza real de Fukushima no es para festejar las garantías de seguridad de las centrales sino cuando menos, como han hecho Alemania o Suiza, revisar los parámetros de seguridad. La decisión de Merkel ha cogido con el pie cambiado a esos juglares ultramontanos que se reían aquí de las voces de la izquierda por reclamar eso mismo. Lo único claro de este debate es que no hay debate. Existen posiciones inteligentes de síntesis, como 'el ecologista nuclear' del físico Cadenas; pero en España no venden las ideas sino las consignas para bajar a las trincheras.