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«Egipto no es ni será Irán. Esta es una revolución del pueblo»

«No permitiríamos que la caída de Mubarak diera paso a una república islámica», dicen los concentrados en la plaza Tahrir

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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«La religión es para Dios. El país es para los egipcios». El eslogan se puede ver estos días repetido en la plaza Tahrir, donde, machaconamente, los manifestantes insisten en que la religión no es un factor en la revolución que ha sacudido a Egipto y que ha llenado de esperanza a miles de demócratas en el mundo árabe.

El miedo a que la caída del régimen de Hosni Mubarak permita el acceso al poder al grupo opositor mejor organizado del país, los Hermanos Musulmanes, y Egipto pueda terminar convertido en un segundo Irán se ha extendido entre muchos egipcios que apoyan al todavía presidente. Su eco se ha podido escuchar también en algunos medios internacionales, que comparan la revolución que vive el país del Nilo con la de Jomeini en 1979. Pero a Tahrir todo llega, lo que se cuenta y lo que se dice, y los manifestantes no están dispuestos a que nadie robe su revolución ni manipule su imagen.

«De ninguna de las maneras. Egipto nunca podría convertirse en una república islámica, jamás lo permitiríamos», dice con énfasis Yasin Lashen, profesor de Comunicación en la Universidad de El Cairo, que ha acudido con varios de sus compañeros a la plaza Tahrir en el denominado 'día del adiós' a Mubarak.

Uno de sus colegas, que escucha la conversación, se acerca y señala a un reducido grupo de hombres que rezan arrodillados. «Hay que remitirse a los hechos. Es la hora del rezo y la mayor parte de la plaza está gritando a Mubarak que se vaya», afirma.

Los manifestantes de Tahrir son un grupo bastante heterogéneo. Abundan los barbudos, es cierto, y los jeques e imanes como el telepredicador Safwat Hijazi están teniendo un papel destacado en la protesta, arengando a las masas y congregando a sus comunidades de fieles. Pero también hay muchísimos jóvenes de clase media, profesores, abogados, doctores, artistas y activistas. Jóvenes modernos, chicas sin velo, y sorprende la cantidad de gente que habla idiomas extranjeros en la plaza, algo poco común en Egipto.

Todos, incluso los clérigos, insisten en que esta es una revolución del pueblo, no del Islam. «Pedimos justicia y libertad, nada más que eso», asegura Ahmed Hulail, uno de los muchos ulemas (doctores del Islam) de Al Azhar, la institución suní más importante del mundo, que estos días pululan por la plaza.

«Nada la podrá parar»

«Soy cristiano, pero no tengo miedo de los Hermanos Musulmanes, porque su influencia apenas se extiende a un 25% de la población», afirma Yusef Sidhom, editor de la revista copta 'El Watani'. La Hermandad, que en las elecciones legislativas de 2005 consiguió 88 escaños, el 20% del Parlamento, conforma un grupo bien organizado que sabe cómo movilizar a sus bases. Cuando hay comicios, sus partidarios siempre acuden a votar, mientras que otras formaciones opositoras se quedan en casa. Para muchos analistas, en unas elecciones completamente libres, la Hermandad perdería representación.

Ingy Jirfen, una joven maestra que ha acudido cada día a Tahrir, lo tiene claro: «Ni los Hermanos, ni los partidos, ni El-Baradei, ni Estados Unidos. Esto es una revolución del pueblo y nada la podrá parar».