
La noche que murió John Lennon
El médico que hace 30 años atendió al ex beatle tiroteado recuerda sus desesperados esfuerzos por reanimarle
Actualizado: GuardarNo pudo hacerse más. La noche del 8 de diciembre de 1980, John Lennon llegó al hospital Roosevelt de Nueva York desangrado, prácticamente muerto. Cualquiera de los cuatro balazos que le impactaron le hubiera quitado la vida, según recuerda el especialista Stephan G. Lynn, que treinta años después de aquella fatídica noche ha decidido contar cómo su equipo afrontó el caso. Hicieron lo imposible por impedir lo inevitable y no lo lograron. «Chapman no era un buen tirador, pero colocó las balas exactamente en el lugar indicado», describió el especialista.
La noticia le cogió en casa. Eran las diez y media de la noche cuando sonó el teléfono. «Doctor Lynn, hemos recibido una llamada de la Policía. Viene un coche patrulla con un hombre herido de bala y necesitamos que regrese al hospital». Rápidamente, el especialista cogió un taxi y llegó a tiempo para recibir al herido, cuya identidad ignoraba.
En el interior del vehículo oficial viajaba con los agentes una nerviosísima Yoko Ono, que llevaba en brazos al ex beatle. Todo había ocurrido de manera muy rápida. La pareja regresaba a casa de su trabajo en un estudio de grabación cuando un perturbado, Mark David Chapman, descerrajó sobre el cantante los cinco disparos de su revólver. Solo falló uno. A su llegada al centro hospitalario, el herido no tenía ya pulso ni respiración. «Conocía a Lennon por fotos y porque éramos residentes de la misma zona, pero le vi y fui incapaz de reconocerlo». Había perdido el 80% de su sangre y estaba pálido, sin pulso ni presión sanguínea, incluso sin gafas. «Las enfermeras le quitaron la ropa y al retirarle la cartera nos percatamos de quién era».
El estado del ex beatle era tan crítico que Lynn decidió abrirle el pecho para darle un masaje directo al corazón. El intento no era ya por salvarle la vida, sino por arrancarlo de la muerte. «Cuando empecé a bombearlo, estaba vacío. El corazón había perdido toda la sangre y los vasos sanguíneos presentaban un daño tremendo. Decidimos practicarle una transfusión, pero sabíamos que las posibilidades eran escasas». Las balas habían dañado seriamente varios órganos porque eran de punta hueca, de esas que se expanden al entrar en el objetivo y destrozan los tejidos que recorren.
Y ocurrió lo que ya se sabe. Fue el propio Lynn quien se ocupó de dar la fatal noticia a Yoko Ono, que aguardaba en la sala de espera. «No, no, no puede ser. ¡Acabo de estar con él y estaba vivo! Díganme que no es verdad», lloró la viuda. En veinte minutos, murió la leyenda y nació el mito.
«Aquella noche fui asistido por dos médicos y atendimos al paciente sin pensar en ningún momento en el alcance de su fama», recuerda hoy Stephan Lynn. «Una vez que John Lennon fue declarado muerto, sobre las once y cuarto de la noche, todos en el área de Urgencias nos detuvimos, respiramos y comprendimos, solo entonces, que habíamos participado en un momento histórico, del modo menos deseable».