Un campus sin 'combinaciones'
Los largos viajes para cortas distancias hacen a algunos buscar una casa de alquiler y a otros 'emigrar' a centros de fuera de la provincia El transporte a las facultades del Río San Pedro puede llegar a ser una odisea
CÁDIZ. Actualizado: GuardarLa M-130 no es el nombre de ninguna autopista madrileña, aunque subirse al autobús que lleva del campus universitario del Río San Pedro a San Fernando puede ser una odisea mayor aún que verse metido en un atasco la circunvalación de la capital de España.
Un «no» se marca con rotulador en el poste informativo de las paradas de Magisterio y Ciencias en la línea que cubre el turno de la una de la tarde. Hay que esperar al de las 14.15. Si la clase se alarga más de la cuenta, toca esperar hasta las 15.45.
Las posibilidades de quedarse en tierra son muchas, como explica la isleña María Soledad Pavón, alumna de la UCA, por un factor bien sencillo: «nosotros no salimos de clase hasta y media». Pagó la novatada el año pasado, y ahora comparte coche.
La otra alternativa, la del tren, tampoco genera satisfacciones. El inevitable transbordo a la altura de Las Aletas, desde el apeadero del Campus, también genera retrasos. «¿Por qué para si es una zona en la que no hay nada?», se preguntan los usuarios.
«Yo no llego a mi casa hasta las cuatro y media», explica Laura Domínguez, paisana de María Soledad, sobre un hábito cotidiano que la obliga a almorzar cuando algunos ya preparan el café de la merienda.
«Yo estoy todavía peor», sube un peldaño la chiclanera Sonia Camacho. «Cada día tengo que coger dos autobuses», explica. No hay alternativa, da lo mismo que se decida por ir a Cádiz, al Clínico puertorrealeño, o por el coche de San Fernando. Ni la opción de Renfe le vale. Siempre le aguardará un inevitable transbordo.
Con ninguna de las opciones tarda menos de una hora, «si van bien los horarios», matiza. Por no hablar de las incompatibilidades entre esos horarios y los de entrada a las clases. «Para llegar bien, tengo que coger un autobús que me deja aquí esperando media hora hasta que empiezan», se lamenta.
El maremágnum tiene sus efectos. «De Chiclana somos pocos aquí», descubre Sonia sobre la escasez de matriculados de la ciudad. «La gente prefiere estudiar fuera a tener que coger tantos autobuses. Se van mejor a Sevilla, antes que quedarse aquí y estar todos los días aguantando este trayecto», y así le da una explicación a esas mínimas cifras.
El tren, algo parecido
Para los jerezanos, su quebradero se traslada al tren. El Cercanías sale a las 14.12, incluso tres minutos antes que el autobús de San Fernando. Andrés Mateos se vio el año pasado ante esa situación. Intentó ser ágil, pero una gran mayoría de sus compañeros (algunos también directamente afectados) no estaba por la labor de acortar las clases.
El 'sí' tenía que ser de un 100%: «El tutor dijo que tenían que ponerse todos los alumnos de acuerdo para dar la queja, así que al final optamos por quedarnos en clase, aunque luego tuviéramos que esperar 40 minutos para el tren».
Aunque este curso viene en coche, reduce todo a un dilema: «O se ponen las clases adecuadas al horario del transporte, o lo que habrá que adaptar son los trenes».
Basta con que el domicilio se encuentre unos kilómetros más lejos, o que para acceder haya una mala combinación, para pensar en buscarse una vivienda cercana a la Universidad. Eso hizo el barbateño Pablo Brenes, que se queda en un piso en Cádiz. Si no, tendría que digerir hora y media de viaje. El alquiler le supone 187 euros. Con luz y agua, la suma asciende: «Los 210 euros no hay quien me los quite», calcula.
El billete de la capital al campus le cuesta 1,55 euros. Si volviera cada día a Barbate, le saldría por seis. Sería menos gasto en la cuenta general, pero mucho más cansancio a sus espaldas. «Desde luego, si me tengo que quedar aquí, no es por gusto, sino por culpa del transporte», sentencia a las claras el estudiante.