LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

El Doce y la gestión culturalXxsxsxsxlllsxsxsxsx xsxsxsxsxsxsxsx

GESTOR CULTURAL Actualizado: Guardar
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He de reconocer que me ha costado aceptar la amable invitación de la directora de este periódico para escribir esta tribuna. Y ha sido por motivos estrictamente profesionales. Uno de los principios deontológicos del gestor cultural es el de la discreción en su trabajo. El gestor debe estar siempre en segundo término, en la sala de máquinas, cediendo el protagonismo a quienes deben tenerlo, o sea, a los agentes culturales, a los creadores y a los promotores institucionales en la figura de sus representantes. Sin embargo, no vienen mal unas palabras sobre el rol de los profesionales de la gestión cultural en el acontecimiento que supondrá el Bicentenario de las Cortes de Cádiz. Comprendo, a mi personalmente me pasa, que quizás estemos un poco cansados de dimes y diretes a cuenta del evento. A veces como que uno está deseando que sea ya uno de enero de 2013. Ya llegará.

La organización de eventos de las dimensiones de nuestro Bicentenario es compleja y difícil. No solo desde una perspectiva logística, que lo es y mucho, sino pensando también en la necesidad de partir de consensos sociales necesariamente muy amplios. Y esta tarea es difícil en sociedades abiertas y plurales como la nuestra. Los grupos y los individuos tienen intereses muy diferentes, a veces contrapuestos y en conflicto. Por mis conversaciones con compañeros de profesión que han participado en celebraciones similares (Forum, Expo o Capitalidad Cultural) he podido comprobar que estos consensos existen, se basan sobre todo en pactos de tipo político no escritos pero no son absolutos. Siempre existen colectivos que se oponen, difieren o disientes. Esto es así y en cierta medida es saludable. El consenso total no es posible ni deseable. Pero a efectos de llevar a cabo el proyecto si que se necesita un pacto político de no agresión, o al menos de llevar los conflictos a un perfil bajo. Y la gestión cultural precisa de este consenso para poder aportar, para realizar su trabajo, el papel que tenga asignado en la celebración.

Por otra parte hay que tener en cuenta que cuando el ciudadano medio piensa en un evento, como el que esperamos tener en Cádiz en 2012, lo hace sobre todo en términos de cultura. Y además, en cultura festiva, en espectáculo. Si repasamos la mayoría de las iniciativas que conocemos ya del Bicentenario veremos que el sesgo cultural está muy presente. Este hecho descarga en la gestión cultural y sus profesionales un montante elevado de trabajo y responsabilidad. Responder a las expectativas de los ciudadanos, en tiempo y forma, es un reto en el que no se puede fallar.

Si desmenuzamos un proyecto como es el Doce nos encontramos cuatro ámbitos bastante definidos: conmemoración, memoria, fiesta y hecho social. En todos ellos, en mayor o menor medida, tiene su sitio la gestión cultural. La conmemoración es un ámbito político de protagonismo institucional donde la cultura sirve de espacio de encuentro, para limar asperezas y crear un entorno amable ajeno a la confrontación diaria de los actores políticos. La memoria, el ámbito patrimonial o histórico, es la base del Doce. Se trata de rescatar, reconstruir, interpretar y divulgar unos hechos que marcan nuestra historia común como nación democrática. Por esta causa la gestión cultural, en su versión patrimonial, resulta una herramienta necesaria para desarrollar este ámbito. Lo festivo, como decíamos antes, es una expectativa ciudadana y tiene mucho de cultura como espectáculo, de diversión creativa aunque no estrictamente referida al 'show-biz' del mundo anglosajón. Nuestro espacio latino exige un modelo cultural que trascienda de lo estrictamente pecuniario y espectacular. Aun así lo festivo es parte importante de estos grandes eventos. Y en último lugar existe la expectativa del hecho social, de unas dimensiones superiores a lo normal pero a la vez muy dirigidos a la gente. En el Doce los ciudadanos deben conocer y reconocerse, ver y hablar, dar y compartir. En resumen es el ámbito de la participación, desde el mero espectador al actor activo. Y este es también un campo en el que la gestión cultural tiene faena. Quizás es la tarea más complicada, pero sin duda casi la más necesaria.

Hay otras funciones de la gestión cultural que son no menos importantes. La comunicación por ejemplo. La cultura es un canal de comunicación muy aprovechable tanto hacia el territorio protagonista, Cádiz en nuestro caso, como hacia el exterior, resto de España e Iberoamérica en el Doce. Unido a esto también el sector de la cultura es una herramienta esencial para el 'city marketing', que es una de las estrategias posibles a desarrollar para Cádiz en los próximos meses a raíz del Bicentenario.

Como ven, la gestión cultural tiene un papel que jugar en esto del Doce. Pero insisto en la idea que comenté al principio, nuestro lugar, como profesionales, está en las tripas, en el cuarto de máquinas. Ahí somos precisos los gestores. Ese es nuestro sitio. Les ruego consideren esta tribuna algo excepcional. Prometo no dar más la tabarra con las cosas que hacemos, bien y mal, los gestores culturales.