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Fieles y honores militares para arropar a la Reina del Carmelo

El cortejo de la Señora del Mentidero estrenó última tanda de candelería y recorrido de vuelta por el paseo Carlos III

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Brisas suaves del Sur acariciaban la fachada de la iglesia del Carmen. Lo justo para hacer mecer las barquillas fondeadas en la Bahía. Lo necesario para que el blanco de las olas, doradas por el sol moribundo de las 20.30, rompiera sobre las murallas de piedra ostionera de la Alameda. Marrón y blanco. Los colores por excelencia del día más marinero del año. Dicen que Cádiz vive de espaldas al mar. Pero cada 16 de julio se vuelve, lo mira y se recrea en lo que ve: una pleamar que brotaba de la iglesia de la Alameda y lo inundaba todo.

Una marea de fieles, devotos y cofrades entre la que se abría paso un barco presidido por una pescadora un tanto peculiar. Una Pescadora de almas, parafraseando lo que se dice de su Hijo, cuyo buque era comandado por un patrón con experiencia. Manuel Ruiz Gené dirigía esta barca blanca, en forma de palio bordado en oro, con un paso lento, elegante y sobrio.

Tan suave que cuando la Virgen del Carmen, se asomó al dintel del Mentidero, cuarenta minutos más tarde de lo previsto la marea de fieles no supo si guardar silencio para disfrutar del momento o aplaudir. Finalmente se decantó por lo segundo. A fin de cuentas el retraso de la banda motivado por un accidente de tráfico en la autopista despertó la ansiedad de los gaditanos por ver la salida de la Virgen.

Bajo la alegría gaditana por encontrarse con la Virgen del Carmen, sonaba el Himno Nacional. A los honores como patrona de la Armada y de los marineros siguieron 'Reina del Mar' y 'Coronación Macarena'. Dos marchas engarzadas para dejar prendados a los presentes con los sones de la banda de música Nuestra Señora de la Oliva, de Salteras. «Marchas de corte clásico», como aclaraba el propio Gené antes de la salida, que sumadas a la presencia de la Señora en la calle llevó a muchos hasta las lágrimas emocionadas.

Y, mientras la Reina del Mentidero cosechaba amores y promesas con mecidos suaves -«Virgencita que el año que viene pueda estar aquí viéndote», musitaba una señora con ojos vidriosos-, la marea blanca y marrón se extendía metros adelante. Olas carmelitas, en forma de niños teresianos vestidos con el hábito de la orden.

Pero antes de que las puertas del templo de la Alameda dejaran salir las emociones contenidas de novenas y actos previos, las naves de la iglesia fueron las grandes protagonistas. Mientras el palio del Carmen se dirigía hacia el exterior, la 'Salve Marinera' creaba momentos únicos. Era el momento de entregar la Virgen a los gaditanos. Tras una misa multitudinaria y acalorada a las 19 horas, la procesión supuso el principio del fin. El postrero acto en honor a la Virgen.

Hasta el año próximo

Pero el filo de las 10 de la noche, aún no era el momento de pensar en la recogida. La Virgen se perdía por la Alameda, acariciada por árboles y balcones. Aún quedaba tiempo para volver a casa. Horas de elegancia y devoción por las calles, de magia en vueltas de esquina entre Plaza de Mina y San José o de calor de barrio por la calle Veedor.

Aún quedaba tiempo para llegar a la novedad del recorrido: el paseo Carlos III. La vuelta de la Virgen a los mares. El viento del Sur escuchó las súplicas de Ruiz Gené y respetó, en parte, la candelería recién estrenada en su última tanda. Noche de velas encendidas y de marchas como 'Virgen de los Negritos'. Madrugada de bajamar y olor a sal. La Reina del Carmelo llegaba a su templo. Cádiz se despedía de ella y volvía su cabeza. Hasta el año que viene no mirará al mar, a los gaditanos les bastará con mirar al interior de la casa del Carmen. Como lo llevan haciendo desde hace más de 300 años.