DE REPENTE, EL HORROR
Actualizado: GuardarTres muertos por violencia machista, en El Puerto y Alcalá; un obrero fallecido en astilleros de Cádiz, un joyero herido en atraco en Chipiona y una mujer asesinada a cuchilladas en Guillén Moreno componen un balance de 'crónica negra' dificil de superar en muchos años de la historia reciente de la provincia, una provincia que presenta bajos indices de criminalidad, en general, pero que nadie lo diría de tenerse en cuenta este corto fragmento de tiempo, poco más de siete días. Es lo que tienen las encuestas: si alguien lo estudia a tenor de estos datos deduciría que estamos en Manila, considerada la capital más insegura de Asia y desde donde, circunstancialmente, escribo en este día que no sé muy bien cuál es, quizá jueves en casa. Es preciso, pues, tener cuidado con los porcentajes. Con frecuencia mienten.
La irrupción del horror en lo cotidiano no nos debe hacer pensar que Cádiz se ha convertido en Kadi-city-ciudad-sin-ley, como la célebre chirigota de Aragón, cuya descacharrante presentación recordé el miércoles, cuando, con el concejal Ortiz, visité la Alcaldía de la ciudad filipina del mismo nombre, aunque sin buscar a Carlos Díaz ni recordar a «Costner, ah, Kevin Costner, los de Mágico González, eso sí que eran corners», que decía aquel magnífico repertorio. Cádiz City de Filipinas no es insegura, pero sí pobre, populosa y de una gente generosa y amigable. Quizá hayamos pagado estos días la cuota que nos corresponde de violencia callejera de las sociedades modernas. Andamos, por ejemplo, en un crimen de violencia machista cada cinco días en España, según he leído con horror en mi iPhone ayer mismo. No creo, pues, que esta ola de sucesos deba llevarnos a la alarma, pero sí es inevitable reflexionar. Toda violencia conmociona, en sí y por sus repercusiones. Muchos conocemos a familiares directos de las víctimas, a amigos de amigos de conocidos y empatizamos enseguida con el espanto que han debido sentir al verse frente al hecho consumado que hasta entonces, creían, creíamos, que sólo le ocurría a otros y en otra parte. Sobre todo, creo que es indispensable plantearse cómo es posible que un chaval de 20 años mate por una tele de plasma, un delincuente habitual, carne de cañón, de pasado conocido y familia que decimos «desestructurada» por no llamar a las cosas por su nombre. Ni el sistema penal, ni el policial, ni la protección social han podido hacer nada por él. Nuestra sociedad tan garantista y protectora no ha conseguido evitar que se convierta en un criminal, y que haya acabado con la vida de una buena y bienintencionada mujer de una forma salvaje. Hay que pensarlo, sin demonizar a nadie, pero tampoco con buenismos, sabiendo, como sabemos, que es la excepción muy excepcional, valga el retruécano, y no la regla. Es decir, quizá sea hora de mirar de frente a esas bolsas de marginación con las que convivimos de manera tan estrecha en esta ciudad sin barrios marginales, sin periferia, que tiene insertas en su trama urbana las «bidonvilles», abierta, tolerante y también masacrada por el paro, las drogas, la falta de expectativas pero también el fracaso escolar y la escasa cultura de esfuerzo en muchos jóvenes.
En fin, a ver si el triunfo de La Roja esta noche -o aunque no- nos haga recuperar de verdad la confianza, la autoestima, las ganas de pelea, aparte del PIB, que también ya toca, y nos sintamos capaces de alcanzar metas más altas.