REPARTIR LA NADA
Actualizado: GuardarHay que tener un gran sentido de la equidad para conseguir que a todos nos toque la misma proporción de miseria. Es algo tan aritméticamente imposible que ni siquiera está al alcance de los políticos que no saben hacer la o con un canuto. Por eso discrepan: porque no están de acuerdo con sus propias opiniones. Quienes negaron el incremento fiscal hasta anteayer discuten ahora su cuantía. Lo que sí está claro es que los nuevos impuestos no van a ser los últimos. Y que los ricos también lloran, pero por un solo ojo.
El euro se ha desmandado. La señora Merkel, que estaba siendo su mayoral más avezado, dice que si esa moneda se cae, se cae Europa y descarta la posibilidad de que caiga de pie, habrá que sacrificarse. Habrá que aplicar sin dilación el maldito recorte, afirma doña Angela, que es como la Juana de Arco de las finanzas.
¿Por dónde se empieza el inacabable asunto? Es muy fácil decir eso de que «los ricos pagarán más» sin aclarar previamente quiénes son los ricos. ¿Los que además del pan pueden ganar el aperitivo o lo que hayan puesto su capital en un banco extranjero, al socaire de Hacienda? El euro ha salido bravo del chiquero hispánico, pero no sabemos cómo saldrá del experimento. Nos pasa como con el toro clonado ese, que se llama Got, de la ganadería de Guardiola, y debiera llamarse Pep. ¿Saldrá embistiendo cuando se abra la flor de la maravilla de la verónica o tendrá querencia al laboratorio? Habrá que esperar para saberlo.
Lo que no admite espera es el reparto de la nada. De momento se les va a apretar las clavijas invisibles a los ricos localizables, no a los otros. También hay ricos, pero honrados. En esos casos será una forma de penalizar la excelencia o el éxito o la suerte, pero la medida alcanzará a la clase media, que ya sabemos que no es ni pobre ni rica, sino todo lo contrario.