El presunto asesino trató de ocultar su rostro con una capucha pero no lo consiguió. :: MIGUEL GÓMEZ
Ciudadanos

«Soy un atracador, no un asesino»

El supuesto autor del crimen admite que robó en una tienda, pero no en la colchonería y dice que se inculpó tras sufrir coacciones El acusado de matar a la conileña Loli Amaya se retracta de su confesión y se declara inocente

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Durante los dos últimos años, Juan Manuel J. S. ha reconocido en diversas ocasiones -primero ante la Guardia Civil y luego ante el juez de instrucción- que fue él quien mató a la conileña Loli Amaya aquel 14 de febrero de 2008, cuando entró a robar en la colchonería de Chiclana Dulce Sueños en la que trabajaba la joven, y la apuñaló sin motivo tres veces con un cuchillo jamonero. La Guardia Civil encontró el arma enterrada en el río Iro, después de que Juan Manuel les indicara el lugar donde lo arrojó y encontró ropa manchada de sangre en su casa. Juan Manuel llegó a decir que el remordimiento le producía pesadillas, que los gritos de socorro de la joven Amaya resonaban en su mente, y que le atormentaban unos golpes en la almohada cada vez que se acostaba.

Su confesión, el arma homicida y la ropa manchada de sangre eran evidencias suficientes para inculparle. Sólo cabía pensar que en la vista oral, Juan Manuel jugase la carta de la enajenación y el alcoholismo para reducir la pena de 28 años que piden para él la Fiscalía y la familia de Loli, por dos robos con violencia y el asesinato. Ayer, sin embargo, en la primera sesión del juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de Cádiz, el acusado aprovechó que no hubo testigos directos de la muerte, y negó ser el asesino de la joven.

Antes del interrogatorio dijo incluso que «no sabía de qué se le acusaba, ni por qué estaba allí». Así que hubo que recordarle los delitos que se le imputan y se le leyeron sus confesiones ante el juez. La más reciente, de septiembre de 2009. Al enfrentarse a sus palabras, Juan Manuel trató de defenderse acusando a la Guardia Civil de haberle «coaccionado». «Me dijeron que si me declaraba culpable me internarían en un psiquiátrico, y si no, iba a ir a la cárcel como un cabrón», repitió varias veces. «Lo de las voces y lo de que que no dormía, me lo dijo también la Guardia Civil». Incluso acusó a los agentes de pegarle e incitarle a tirar el cuchillo. Cuando le preguntaron por qué no lo había denunciado hasta ahora, se excusó afirmando que lo hizo, «pero no le hacían caso». «Por lo único que me acuso es por el robo con intimidación en la tienda de surf: soy un atracador, no un asesino», se plegó finalmente Juan Manuel, que reconoció haber cometido aquella tarde del 14 de febrero de 2008, uno de los dos atracos que se le imputan.

Testigo directo

El primer robo tuvo lugar a las 17.00 horas en una tienda de moda joven, en la que amenazó a la dependienta con un cuchillo de grandes dimensiones y sustrajo -según él- 95 euros. Ayer, esta joven compareció como testigo e identificó en Juan Manuel al atracador. «Me puso el cuchillo en el cuello y después de que le entregara el dinero -unos 200 euros, según ella-, me miró diez segundos y me dijo que si le denunciaba, vendría y me mataría». La mujer contestó así a las preguntas de los acusadores, ya que el abogado de la defensa se limitó a interrogarle por la mano con que el atracador blandía el cuchillo. «En la derecha». «No hay más preguntas».

El padre de esta joven -que también testificó- permitió la detención del acusado por parte de la Guardia Civil, ya que reconoció a Juan Manuel cuando merodeaba por la tienda de su hija días después del asesinato. El hombre siguió al presunto atracador hasta su casa, mientras hablaba con los agentes por teléfono, le cortó el paso para evitar que huyera.

Casi cuatro horas después de ese primer atraco, en torno a las 21.00 horas, tuvo lugar el asesinato de Loli Amaya. Sin embargo, Juan Manuel argumentó como coartada que a esa hora estaba en un bar con un amigo suyo, apodado 'El Grande', que ayer no compareció para avalarlo.

Al juicio también asistieron como testigos diversos comerciantes de la Cuesta del Matadero donde se cometió el crimen, que oyeron los gritos de Loli y vieron al asesino huir corriendo, pero no pudieron confirmar que Juan Manuel era ese hombre, ya que supuestamente iba tapado con una gorra y una braga de cuello. De todos los testimonios del día, el que se esperaba más interesante era el de un preso que coincidió con Juan Manuel en prisión y que dirigió una carta al juez, revelando que el procesado le había confesado el crimen. Su testimonio, sin embargo, decepcionó a las partes de la acusación, pues se empeñó en olvidarlo todo con una excusa barata: «Hace poco me di un golpe en la cabeza y no me acuerdo».

Rabia contenida

Varias decenas de familiares y amigos de la joven conileña, acudieron al juicio con una rabia contenida y una gran entereza, digna de elogio. No hubo gritos ni insultos. Sólo un marcado desprecio, por ejemplo, en la mirada que el novio de Loli lanzó al acusado al subir al estrado como testigo. A cada momento, Juan Manuel trató de ocultar su rostro de estas miradas, así como de los numerosos medios de prensa que cubrieron el juicio por este crimen. Cabe recordar que la muerte de Loli causó una gran conmoción en la opinión pública gaditana y numerosos ciudadanos se manifestaron para pedir Justicia, convocados por la Plataforma formada por la familia.

La portavoz de la Plataforma, Ángeles Moreno, reconoció ayer que esperaban que el acusado «se hiciera el loco y dijera que no recordaba nada», pero no que lo negara. Recordaba además que la familia «sólo quiere que finalice el juicio, para que ese hombre desaparezca de sus vidas», pero anunció que la Plataforma seguirá constituida en adelante para exigir, como hasta ahora, el cumplimiento íntegro de las penas. El juicio continuará hoy y mañana.