La cuadrilla ayuda en la lidia a su matador, un subalterno tira del cuerno y otro lo hace del rabo. :: ESTEBAN
Jerez

Corrida de bostezo para cerrar el ciclo taurino de Jerez

Una oreja para Jesulín ante un flojo encierro de Camacho, mientras El Cordobés y Rivera Ordóñez salen a pie

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Triste epílogo de la feria jerezana el vivido en la tarde de ayer. Los toros, por llamarlos de alguna manera porque en apariencia así lo parecían, de María del Carmen Camacho condujeron al fracaso a la corrida de los toreros denominados mediáticos. Animales sin fuerzas, sin casta, sin poder ni transmisión alguna, dieron al traste con un espectáculo que se desarrolló durante más de dos horas de manera soporífera, para estupor y bostezo de gran parte de los espectadores. No de todos, puesto que un sector considerable del público parece sentirse feliz con este tipo de intrascendentes festejos y no para de aplaudir y vitorear todo cuanto sucede en la arena. Tenga o no tenga enjundia lo acaecido, posea o no posea un atisbo de pureza el lance o suerte aclamadas.

Tal vez radique aquí el verdadero secreto y esencia de las corridas mediáticas. Una corrida en la que sale el toro disminuido de los atributos que se le atribuyen como propios: bravura, fortaleza, poder; junto a una terna de conocidos matadores que no necesitan realizar ninguna suerte digna y comprometida para ser aclamados por la concurrencia. Puede también que éste sea el mediático destino que le espera a la fiesta del nuevo milenio. Destino triste y descorazonador de una renovada tauromaquia en la que ya no harían falta ni toros íntegros, con su fortaleza, pitones agresivos, su casta y su poder, ni en la que se necesitasen toreros que arriesguen su vida para obtener pasajes enjundiosos.

Un adelanto de este intuido futuro se palpó con manifiesta notoriedad durante el simulacro de lidia del primero de la tarde, inválido y desrazado animal, que se desplomaba con estrépito bajo los engaños de Jesulín. Diestro que cortaría la única orejadel festejo en su segundo, para lo que contó con la colaboración de un palco que sacó el pañuelo a pesar de ser minoritaria la petición. Fue éste un toro que perdió las manos en el primer muletazo, meditó dubitativo los siguientes hasta que se decidió a embestir con suavidad y sin interés. Circunstancia que fue aprovechada por Jesulín para, al calor de la solanera, dar cuántos pases pudo antes de que el animal diera por concluido su exiguo capítulo de medias arrancadas. Con pinchazo y estocada abrocharía su labor.

El Cordobés estaba anunciado para torear, pero transcurridas las lidias de sus dos toros, carentes de raza y movilidad, se puede afirmar que no encontró ocasión para ejercitar su profesión. Lo cual no es óbice para que el público se divirtiera y festejara sus ocurrencias con frases como «Mangui, qué guapo eres», o sus lanzamientos de montera o patadas a una piedra del albero con semblante siempre sonriente. Conexión con los tendidos que alcanzó su cénit cuando verificó con solvencia la solicitada suerte del salto de la rana. Ocurrió en el epílogo del trasteo al quinto toro, que tendría su continuidad con unos desplantes finales. Antes de ello, sus trasteos transcurrieron anodinos y configurados por una profusión afanosa de medios pases.

Un animoso Rivera Ordóñez colocó banderillas a sus dos enemigos en suertes de correcta ejecución pero catrentes de apreturas. Frente al soso tercero ejecutó tandas reiteradas de redondos y naturales sin ningún tipo de ceñimiento y ante el rebrincado sexto, que se quedaba a mitad de las suertes e incluso soltaba aviesos gañafones, ensayaría con denuedo el toreo fundamental.

Y ésta fue la triste historia de una corrida de toros sin toros en la que se anunciaban tres toreros mediáticos. Una tarde aburrida y abocada a una siesta que el continuo tronar de pasodobles impedía. Ni descansar dejan al aficionado.