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La décima prodigiosa

Un crecimiento de esta magnitud no colabora en nada a resolver nuestra principal lacra, el paro

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Ya está aquí, o al menos así lo anticipa la estimación del Banco de España, cinco días antes de que lo haga el INE. En el primer trimestre de 2010 la economía creció un 0,1% respecto al trimestre anterior. Técnicamente hablando, España sale de la recesión después de seis trimestres consecutivos de aquella. Aun así, en términos de tasa interanual, producimos un 1,3% menos que en el primer trimestre del año pasado.

La propia estimación del Gobierno -la más optimista o, mejor, la menos pesimista de cuantas hay disponibles- calcula que este año el PIB español experimentará una disminución del 0,3% respecto del año anterior, a pesar de que prevé (y en esto está solo) que tendremos crecimientos intertrimestrales positivos en los cuatro trimestres del año.

La cuestión es, mucho más allá de tecnicismos, si de verdad este crecimiento es el heraldo de una verdadera recuperación, si tenemos razones para creer que sea sostenible en el tiempo y, sobre todo, qué incidencia puede tener en el empleo. En otras palabras, si está justificado el revuelo de campanas que acompaña la noticia.

Acerca de lo primero, la respuesta no puede evitar ser escéptica: este crecimiento anémico está muy apalancado en estímulos exógenos no sostenibles (ayuda automóviles, Plan E 2010) y la desaparición (inevitable) de tales estímulos puede invertir el signo de la evolución del PIB, especialmente a partir del III trimestre cuando entre en vigor el incremento del IVA.

En cuanto a lo segundo, depende de la evolución del gasto público. El Gobierno, por las buenas o a rastras, no puede dejar de mandar signos fuertes y creíbles de su voluntad de cumplir con las exigencias de reducción del déficit que implica pasar de más del 11 al 3% del PIB en 2013. Si, contra lo que la prudencia demanda, mantiene su idea de aplazar al año que viene los recortes más severos, es posible que mantengamos crecimientos a lo largo de los trimestres venideros, pero es muy dudoso que eso nos haga ningún bien el año próximo. Pero la clave es lo tercero. Lo anterior son hipótesis, pero esto es un hecho: el crecimiento de una décima no evita que, según la EPA, el empleo se haya contraído en un cuarto de millón de personas, y el paro haya aumentado en cerca de trescientas mil.

Ahí está nuestro problema. Un crecimiento de esta magnitud no colabora en nada a resolver nuestra principal lacra económica y social, el paro. Por mucha trompetería que el Gobierno le quiera echar a esta décima prodigiosa, que tanto se ha hecho de rogar, estamos donde estábamos, es decir, destruyendo empleo y deteriorando las cuentas públicas, o peor de lo que estábamos, puesto que la deuda que crece sin parar la estamos pagando más cara. La conclusión no varía: las reformas que eran necesarias ayer siguen siendo igual de necesarias hoy. La décima prodigiosa viene sin varita mágica.