Trincherazo arrebatado del diestro de La Puebla ante el jabonero de Núñez del Cuvillo que desorejó. :: ESTEBAN
Jerez

Morante derrama en Jerez la magia y pureza del toreo

El de La Puebla completa una redonda actuación frente al quinto toro

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Un vientecillo de armonía, una brisa de donosura corrió ayer por la plaza de toros de Jerez. La magia de la belleza en el toreo estremeció a los aficionados, el público enloqueció y si las piedras de los tendidos no se pusieron de pie es porque, literalmente, no pudieron.

Todo ocurrió durante la lidia del quinto de la tarde, un jabonero bravo y noble de Núñez del Cuvillo, al que Morante recibió con verónicas enjundiosas, cargada la suerte y moviendo con donosura los brazos. Erguida la planta y relajada la figura, abrochó el saludo con airosa media. Prosiguió su recital capotero con un quite por ajustadas chicuelinas que abrocharía con una exquisita media a pies juntos. Otro quite por verónicas, acabados con media y un farol de recurso completaron una labor de capa lenta y enjabonada, en la que los lances se sucedieron variados, como dibujados con una precisión seca y luminosa.

Un inspirado Morante que no parecía dispuesto a perder ocasión alguna de lucimiento y hasta tomó los palos para prender tres pares de banderillas en las que ejecutó con exquisita pureza las suertes, dejándose ver y tomando muy en corto a la res. Sobrecogedora naturalidad y precisión que caló con fuerza en el entregado respetable.

Desplegó su franela tras verificar la añeja suerte del cartucho de pescao y encadenó majestuosos pases por alto para iniciar la faena. El de La Puebla posee el don de producir con su toreo una emoción arañada y súbita y eso fue lo que ocurrió cuando cuando esculpió en el imborrable bronce del recuerdo unas series de redondos ligados y templados que abrochaba luego con el de pecho. La embestida del animal se tornaba más corta de forma paulatina, pero aún así, algunos muletazos parecían eternizarse, plenos de largura, estética y profundidad. Sin apenas recorrido el toro por el pitón izquierdo, Morante fue capaz de extraer estimables naturales al aprovechar las crepusculares embestidas que aquél le regaló. Finiquitó su actuación con media estocada en todo lo alto de la que rodaría el toro sin puntilla. Artística y completa labor en todos los tercios que ha marcado el punto álgido de la feria, labor impregnada de elegancia, pureza y majestad.

Frente al aquerenciado y huidizo colorado que hizo segundo, Morante sólo pudo gotear el sabor de la verónica y torear por bajo sobre los pies, en suerte de añejo color, para hacerse con garbo con su enemigo. Sólo dos tandas de derechazos aceptaría el toro antes de rajarse, en las que ya el torero apuntó la plasticidad y hondura de sus muletazos.

Abrió plaza un burel con mucha nobleza y fijeza en los engaños aunque carente de transmisión, con el que Finito de Córdoba verificó tandas en redondo que resultaron limpios y ligados pero carentes de apreturas. Los naturales, en cambio, se sucedieron de uno en uno y fueron rematados con una artística trinchera. Pronto se aplomaría el animal que sería despachado de un metisaca en los bajos, un pinchazo y una estocada trasera. El cuarto presentó una embestida corta e incierta con la que Finito no encontró ni el debido sosiego ni la confianza necesarias para poder hilvanar faena.

Tampoco El Cid encontró acoplamiento con el tercero de la tarde, astado noble pero carente de profundidad y transmisión y que poseyó la virtud de repetir las embestidas. Tandas limpias de de derechazos, ligados con el de pecho, y naturales intermitentes ejecutados sin ceñimiento alguno y en los que desplazaba al animal hacia fuera en cada pase. Tras veroniquear con gusto al sexto, no se entendería después con la franela ante un enemigo que salió del tercio de varas algo descompuesto, incierto y berreón. La pureza del toreo y el realce de su ornato triunfaron ayer en Jerez. Mientras Morante de La Puebla salía de la plaza a hombros, por el aire de la tarde aún se respiraba un vientecillo de armonía, una brisa de donosura.