Jerez

LA FERIA EXPLOTA EN SU RECTA FINAL

El tiempo acompañó y, tras dos días de respiro, el Real registró una masiva afluencia de público

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El último día grande la Feria del Caballo hizo honor a su nombre. Los enganches, jinetes y amazonas lucieron en las calles del parque González Hontoria en todo su esplendor. No fue lo único que salió ayer redondo en el último día de esta gran fiesta jerezana. El tiempo, que amanecía nublado, se despejó y subieron las temperaturas sobre el mediodía. Y los jerezanos y visitantes respondieron con creces, abarrotando las casetas del Real tras dos días de 'descanso'.

Y es que el jueves y el viernes, según la versión de los feriantes y caseteros, la Feria ha estado a medio gas. Que si la crisis económica, que si el cansancio, especulaban algunos. La respuesta a esta cuestión fue ayer multitudinaria, como se pudo apreciar sobre el albero: la gente se estaba reservando para el estallido final del sábado.

No había caseta en la que se pudiera comer sin esperar. Se mirara donde se mirara, todas las mesas aparecían ocupadas. Familias enteras y grupos de amigos conversaban animadamente al mediodía, todavía con la música baja al fondo y sin más ruido que el el trote de los caballos sobre el polvo. Pero para apreciar un eufórico sábado de Feria en toda su plenitud, nada mejor que hacerlo sobre la rotonda central del parque, como han comprobado muchos que aparecen armados con sus cámaras de vídeo. Todo esto, mientras el resto de transeúntes tratan de abrirse paso entre los coches de caballos. Modernidad sin perder las raíces en el Hontoria.

Por cierto que lo de convivir con la fauna ecuestre se va haciendo más fácil a medida que van pasando los días. El lunes y el martes, uno mira al caballo de reojo. El miércoles y el jueves, cuando aumenta la presencia equina en el Real de la Feria, se cruza el paseo principal de una punta a otra con cuidado para no ser atropellado como en pleno siglo XIX. Finalmente el viernes y el sábado, comprobado ya que el animal por regla general no pega coces y sabe ir por su sitio, el jerezano ya casi es capaz de rozarlo mientras se abre paso.

Por lo demás, menos trajes de gitana, menos trajes de chaqueta y un ambiente más distendido. Menos compromisos que nunca, porque ya ni políticos se ven por el Real. Algún niño tira de la mano a sus padres para la zona de los cacharritos, que «ahora me toca a mí». Y papá y mamá, tras comer en la caseta, conversan con algún amigo o conocido: «Que no te he visto por la Feria; ya, es que me reservé para hoy». El sábado es así. Unos van, otros vienen. Algunos despidieron la Feria hace días y otros acaban de llegar, como quien dice.

Los que todavía no han aparecido, pasadas las cuatro y media de la tarde, son los moradores habituales de las conocidas como casetas de la juventud. La Feria llena, aquella zona vacía. Aquella zona vacía, el Real desalojándose. Cuestión de biorritmos y formas totalmente diferentes de entender la fiesta.

Zona de los cacharritos

Ya a las afueras del recinto ferial, el visitante, asaltado repentinamente por la nostalgia, espera escuchar aquello de: «¡Qué alegría, qué alboroto, ha tocado un perrito piloto!». «¿Ha cambiado la zona de los cacharritos o he cambiado yo?», se pregunta más de uno. La amplia visión de la remozada explanada y los nuevos artilugios de diversión le sacan de su letargo.

Vuelta a la Feria. O al Real, que Feria es todo. Poco queda ya más que contar. Las mujeres bailan sevillanas en el templete al ritmo de «un caballo y un sombrero»; la desesperación va asaltando a las vendedoras de claveles después de tantos días; los caseteros tratan de hacer su agosto; los herederos del negocio familiar de la Tere con la tartana apuran las últimas horas; y los globos de Bob Esponja a punto están de remontar el vuelo.

Para decir hasta el año que viene quedan pocas horas. Pero muy intensas. El que haya querido, tiempo ha tenido. En la Feria más larga que se recuerda.

Primeros balances

Eso sí, a escasas horas de que las millones de bombillas se apaguen, el Ayuntamiento se atreve ya a hacer un primer resumen de lo que ha sido la fiesta, que este año ha coincidido por primera vez en siete años con las motos.

A falta de los datos oficiales la próxima semana, el gobierno municipal asegura que ha gozado de un alto número de visitantes.

En el plano de la seguridad no ha habido que lamentar una gran cantidad de incidentes, en parte gracias al enorme dispositivo de seguridad desplegado por el parque. Policía Local, Autonómica y Nacional han colaborado.

Exceso de decibelios

Uno de los puntos negros, como siempre, ha sido el de los decibelios. La proliferación de las casetas-discoteca ha obligado al Ayuntamiento a levantar acta hasta en tres ocasiones. Se trata de algo que ocurre todos los años y enturbia el normal funcionamiento de la fiesta.

La delegada de Cultura y Fiestas, Dolores Barroso, ha asegurado que el incumplimiento de la normativa puede tener consecuencias.

El botellón también se ha extendido por el Real, sobre todo en La Rosaleda y zonas cercanas a Ifeca. Por ello, la delegada de Fiestas ha anunciado que el año próximo aquellos lugares estarán especialmente iluminados y se incrementará la vigilancia.

De momento, y hasta entonces, todavía queda el domingo de Feria para disfrutar. Una última jornada que, con un 90% de posibilidades, se verá empañada por la lluvia, según la Agencia de Meteorología.