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Panchito's barber-shop

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Con veneración, cumplí siempre con el rito de ir a comer tacos a 'El Gordo', cada vez que llegaba a México D.F. De carne al pastor y de cochinita pibil. Sabían que los tomaba con tortillas de trigo, blasfemia gastronómica acatada con estoicismo, no picantes, como para «viejas» sin aguante. Perdonaban mi discrepancia palatal con el maíz y mi casta continencia ante la lujuria del chile picodepájaro. La cerveza Modelo me la traían de la cercana farmacia. Frente a este templo del casticismo mexicano, se encontraba Panchito's Barber-Shop, segunda estación de nuestro sensual viacrucis incruento. Bajo este rótulo sajón, genitivo incluido, rezaba: «Sanación. Amasador. Tertulia».

Para ejercer de mexicano, de macho notorio, hay que cumplir con estas pautas: bigote perfectamente recortado, como un seto primoroso de arrallanes; cabello reluciente esculpido dos veces al mes; barba siempre rasurada; zapatos boleados con esmero, refulgentes; carro limpio y encerado; y no rajarse ante un cuarto tequila y un mariachi, si se tercia el trance. Pancho, amerindito triqui de Oaxaca, transterrado, conocedor de estos rituales de criollo, reunía en su entorno a dos virtuosos del boleo y a cuatro expertos en reparaciones de chapa y pintura a la intemperie, que apostados en su puerta, se aprestaban a ejercer sus oficios mientras Pancho actuaba. Añadía a sus servicios, los de la sanación botánica, y la fisioterapia, sin excluir la manicura. Contaba con los servicios de un curandero yaqui, un correoso amasador de etnia incatalogada, y de su amante Sarita, gringa confesa y contrita.

Mas como quiera que Pancho no le cobraba los servicios a los menesterosos, su "barber-shop" se poblaba de mártires de la biografía azarosa, que esperaban pacientes a que fuera atendida la feligresía de pago, ejerciendo de coro mal empastado y discordante, réplica de los solos monográficos de Pancho, referidos siempre a la politología. ¡Qué hermosa es la ignorancia de los sabios! Qué claro conocía las diferencias entre Estado y gobierno, cuáles son los deslindes legales de sus funciones, cuáles sus roles; qué diferencias existen entre ley, justicia y derecho. Cuáles son las responsabilidades inherentes al ejercicio de la libertad y demás derechos; qué separa a la partitocracia, y sus condenas, de la ortodoxa democracia. Cuáles son los peligros enquistados en la narcocracia y la cleptocracia, incluso en la paidocracia; de la insidia de los populismos demagógicos. Su barber-shop era, en esencia, un foro, un templo de la vida básica. Un ateneo, un parnaso sagaz. Un monumento de la concordia dialogante y curativa. Un oasis de la cultura espontánea y aromática, al que muchos de los listillos demócratas de carrera, debían peregrinar.