Opinion

Día del Libro, todavía

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Sí, ya sé que el Día del Libro fue el viernes pasado: San Jordi, lectura del Quijote, todo eso. Pero todos los santos tienen su novena. Y además, que a mí me apetecería escribir todos los días alegatos a favor de la lectura, si no temiera cansarles y perder su agradable compañía martes a martes. Así que celebremos hoy también un día del libro, si no les importa.

A la lectura se llega por vocación o por contagio. Pero no hay que dejar a la suerte que nuestros niños averigüen si son lectores vocacionales. Es mejor asegurarse e inocularles el virus desde chiquititos. Ponerles en las manos los libros desde antes incluso de que sean capaces de leer, para que se vayan haciendo a sus formas, al placer de pasar las páginas e ir descubriendo en una un león, en otra la luna, en otra una flor, un payaso, una estrella... Esos libros blandos para bebés, que se convierten en almohadas, son un invento maravilloso. Los niños empiezan a relacionar de manera natural el libro con el sueño, con los sueños, y apoyan su cabeza en las páginas de gomaespuma como algún día, de mayores, harán con algunas historias escritas, donde podrán dejar reposar el espíritu.

Pero lo más efectivo es el contagio que viene de la imitación. Todo niño, hasta cierta edad, quiere hacer lo que su papá y su mamá. Si está habituado a verlos enfrascados en la lectura, querrá descifrar su gesto de arrobamiento acercándose a esos mismos libros, y los abrirá, curioso, por parecerse a ellos. Aprovechemos ese momento, antes de que la adolescencia le dé sus propias rebeldías y le lleve por cualesquiera otros caminos, que no tienen por qué ser errados, claro que no, pero que quizá le aleje una temporada de la lectura. Leamos con nuestros niños, junto a ellos, para ellos.