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Bossi amenaza con ir a las urnas
Tras la ruptura de Berlusconi y Fini, enquistada y no resuelta, la Liga Norte italiana exige claridad y avisa del riesgo de comicios
ROMA. Actualizado: GuardarLa bronca pública del jueves entre el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y el cofundador de su partido Gianfranco Fini, fue inédita e histórica, pues es muy raro que en la política italiana se rompan las formas, venzan los instintos y la escena sustituya a lo que ocurre detrás del telón. Por primera vez era más interesante lo que se veía. Y lo que se veía era una ruptura en toda regla entre las dos almas del Pueblo de la Libertad (PDL), creado hace sólo un año con la fusión entre la berlusconiana Forza Italia y la formación post-fascista Alianza Nacional (AN) de Fini. El motivo, además de los desmanes de Berlusconi y su Gobierno despótico del partido, era su sometimiento en temas como inmigración, seguridad y economía a las directrices populistas del otro aliado de Gobierno, la Liga Norte, cuyo poder ha aumentado tras su éxito en las elecciones regionales de marzo.
Por eso ayer fue el turno al tercero en discordia, Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, que alzó la voz para dar la alarma: «Estamos ante un derrumbe del Gobierno y probablemente del fin de la alianza entre PDL y la Liga», tronó en un duro artículo en el diario de su partido, 'La Padania'. Bossi, que llamaba de todo a Fini -envidioso, rencoroso y viejo gatopardo democristiano- e invitaba a Berlusconi a echarlo, quiere estar seguro de que si hay deserciones el Ejecutivo seguirá teniendo la mayoría parlamentaria. Si no, advierte de que habría que ir a las urnas.
Sin embargo, el espectáculo de la pelea ha terminado y lo de ayer ya entraba en la normalidad. Se volvió al familiar terreno de los amagos. Ahora Fini amaga con irse pero no se va y Berlusconi amaga con echarle pero no lo hace. Ayer ya hacía bromas con la prensa. La Liga amenaza con romper la baraja pero sólo es para dar un puñetazo en la mesa. Lo cierto es que la solución más lógica, la escisión de Fini y los suyos -aunque no se sabe cuántos se irían con él y ésa es una de las claves del asunto- no le interesa a nadie. Caería el Gobierno y habría elecciones anticipadas, cuando aún quedan tres años, que Berlusconi necesita, entre otras cosas, para seguir salvándose de sus procesos y la Liga para aprobar por fin el federalismo fiscal que promete desde hace años a sus electores.
No se sabe cuánto castigarían los votantes un nuevo fracaso del centroderecha, que ha estado siete de los últimos nueve años en el poder y no ha hecho gran cosa, pero desde luego Berlusconi y la Liga vencerían o sobrevivirían sin Fini en unas elecciones, y en cambio éste, si no tiene un buen 'plan B', que no se descarta, probablemente desaparecería de escena.
Terror de la izquierda
El anterior Gobierno de Prodi cayó en menos de dos años por sus peleas internas y luego fue barrido del mapa. Por cierto que hasta la oposición, pues la izquierda italiana es así, es la más preocupada, o más bien aterrorizada, por la posibilidad de unos comicios. Les pilla en horas muy bajas, pues pensaban en unas elecciones para 2013 y su actual líder, Pierluigi Bersani, parece de transición y puede ser pasto cualquier tarde de una merienda de sus camaradas de partido.
De este modo, la fractura en el PDL se hace interna y se llevará como mejor se pueda, al igual que ha ocurrido en las anteriores legislaturas del 'Cavaliere', donde siempre ha habido tensiones entre los socios de Gobierno. La duda ahora es cuándo se manifestará oficialmente la disensión y se podrán contar los diputados de Fini. De momento, Berlusconi se ha protegido con la aprobación en el partido de una norma que obliga a los miembros a seguir la línea mayoritaria, bajo pena de expulsión. Esta intriga está abocada al culebrón durante meses, con un guión similar al de estos días, entre que se enfadan, se reconcilian y vuelven a empezar, y la Liga amenazando cada vez con irse. El Gobierno vivirá al día, como siempre, como los pobres italianos desde hace décadas.