Obama pone cara a la amenaza nuclear
El presidente de EE UU asegura que Al-Qaida busca el arma atómica y Georgia dice haber frustrado siete intentos de tráfico ilícito de uranio
NUEVA YORK. Actualizado: Guardar«Dos décadas después del final de la Guerra Fría nos enfrentamos a una cruel ironía de la historia: el riesgo de una guerra nuclear entre naciones se ha reducido, pero el de un ataque nuclear se ha incrementado», reflexionó ayer Barack Obama. «Bastaría con la más pequeña cantidad de plutonio, del tamaño de una manzana, para desatar una catástrofe con cientos de miles de víctimas inocentes».
Sonaba a película de Hollywood, pero algunos de los 47 líderes que le rodeaban podían dar fe de que la amenaza es más real de lo que parece. En concreto, el de Georgia, una de esas repúblicas ex soviéticas altamente inestables que heredaron un gran arsenal atómico. Su presidente, Mijaíl Saakashvili, dijo ayer haber frustrado ocho intentos de tráfico ilícito de uranio enriquecido en los últimos diez años, «incluyendo varios casos de grado militar».
El más reciente apenas el mes pasado en Tiflis. Los gramos de uranio interceptados tenían una pureza del 70%, pero lo más escalofriante es que era sólo una muestra de lo que ofrecían los traficantes. El grueso del alijo sigue en paradero desconocido. Bastarían 25 kilos para dar rienda suelta a las intenciones más perversas. Ocho casos pueden parecer pocos, pero desde que empezara a contabilizarlos en enero de 1993, tras la disolución de la Unión Soviética, y hasta diciembre de 2008, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) sólo ha confirmado 336 robos o casos de tráfico de material nuclear, de los que apenas quince contenían plutonio o uranio altamente enriquecido, que son los dos ingredientes clave para una bomba nuclear. Puede ser sólo la punta del iceberg, pero los investigadores admiten no tener ni idea del tamaño que tendría.
Lo que sí sabe Estados Unidos es que varias redes terroristas, incluida Al- Qaida, están tras ese material «y si alguna vez lo consiguen tengan la seguridad de que lo usarán», advirtió Obama. «Sería una catástrofe para el mundo que causaría una extraordinaria pérdida de vidas humanas y supondría un serio golpe para la paz y la estabilidad global».
En agosto de 2001, unas semanas antes de que dos aviones se estrellaran contra las Torres Gemelas, Osama bin Laden recibió en su campamento a dos científicos nucleares que habían trabajado en la Comisión de Energía Atómica paquistaní y estaban dispuestos a ayudarle a construir armas nucleares. En esas fechas otro científico del mismo país asiático llamado A. Q. Khan, considerado el padre del programa nuclear de Islamabad, negociaba la venta de tecnología nuclear con países como Libia, Irán y Corea del Norte. Lo único que le falta a los terroristas para armar una bomba atómica es conseguir el plutonio o el uranio necesario. Afortunadamente el mercado negro es arriesgado incluso para Al-Qaida: «Sabemos que ha sido estafada varias veces», afirmó el lunes John Brennan, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca.
Existe desperdigado por el mundo en docenas de repúblicas inestables material suficiente como para fabricar 1.200 artefactos nucleares. Con uno bastaría para alterar la paz del planeta. Por eso los líderes reunidos en Washington han aceptado el reto de Obama de ponerlo a buen recaudo en cuatro años, lo que no acaba de tranquilizar a EE UU. Hace tres años en Sudáfrica un grupo de criminales logró franquear un perímetro electrificado con alto voltaje y penetrar en una instalación nuclear, donde permanecieron 45 minutos antes de ser detectados. No se llevaron nada, pero escaparon sin delatar su identidad. Por eso Washington no se conforma con ofrecer ayuda técnica y financiera a quienes quieran cooperar en la causa, sino que ha firmado convenios con países como Chile, Ucrania y México para recibir ese material. El objetivo es que transformen sus instalaciones nucleares para que utilicen uranio de baja graduación que no pueda ser destinado a fines militares «donde sea técnicamente y económicamente factible», recoge el plan de trabajo adoptado ayer.