Tribuna

Tiempo y momento

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Si aceptamos que el tiempo es oro, ¿por qué no lo valoramos mejor? El tiempo transcurrido desde que la crisis se asomó por un momento a nuestras vidas, sólo ha hecho empobrecernos con prisas y sin pausa. En la antigua Grecia, el dios Chronos representaba la personificación del tiempo. En tanto su hijo Urano lo hacía en la lucha por el poder. Representan la simbiosis de la política española. La perpetuación del poder en el tiempo. Eso parece hoy en día la intención de nuestro insigne presidente del Gobierno. Mientras tanto, Chronos devoraba a sus hijos. Era simple supervivencia. Su especial apego al poder. Menos mal que al menos uno de sus vástagos se salvó. Quien personifique a la oposición debe saber que puede convertirse en nuestro salvador, de ahí la trascendencia de su quehacer, de su correcta gestión de los tiempos y del acierto del momento en la toma de las decisiones que a todos nos importen. Fue así como Zeus se convirtió en Dios de dioses. Chronos nos legó su afán devorador y el dicho «el tiempo corre que vuela». Sin embargo el de Midas era convertir todo en oro, de ahí la expresión «el tiempo es oro». Por eso medimos el tiempo hasta la extenuación. Algunos anhelamos la vuelta de Dionisos para que nos conceda el privilegio de vivir más despacio y así poder llegar más lejos. La vuelta a la normalidad en lo económico significa aunar gestión del tiempo y el acierto en las decisiones en el momento oportuno. Sólo así, sin sobresaltos, podremos contemplar a Hermes con el niño Dionisos, la obra más hermosa de Praxíteles y poder recrear los momentos que se suceden en el tiempo, como el camino seguido por la escultura helenística: mayor realismo y dinamismo que las que la preceden. En síntesis, lo que no tiene ahora la economía española y hace que el tiempo se detenga en un momento, lo más parecido al mismísimo infierno.

Próximo a cumplir tres años de crisis, el tiempo se ha limitado a pasar. Los momentos para tomar decisiones se han postergado. El Gobierno, que es quien debe tener la iniciativa y gobernar, se escuda en el diálogo social para no asumir las responsabilidades expresamente dispuestas en el artículo 97 de la Constitución. Es cierto que describir las causas de las fluctuaciones económicas es tarea difícil. De ahí que las distintas teorías para el análisis y determinación de las mismas, sigan siendo sumamente controvertidas. En el corto plazo, la cuestión debe ser estudiada a través del comportamiento de la curva de la demanda agregada. Son tres las cuestiones que aseveran la pendiente negativa de ésta. Sin embargo la situación actual de la economía española se aleja del comportamiento ortodoxo de aquella, basada en que el descenso del nivel de precios, reduce el tipo de interés lo que provoca un aumento del gasto de inversión, a la vez que un descenso del nivel de precios aumenta la riqueza real, lo que fomenta el gasto en consumo. Pues bien, en España, hoy por hoy, ni lo uno, ni lo otro. Ante estos dos comportamientos anómalos, dos son las formas de corregir el problema, provocando el desplazamiento de la curva de la demanda agregada. Desplazamientos determinados por las compras del Estado (Inversión pública y Gasto público) y desplazamientos auspiciados por las exportaciones netas. Este último caso, sólo puede ser contemplado desde la óptica de las transacciones reales de productos. Esto es así, ya que España no puede incidir en el tipo de cambio, depreciando o apreciando el euro. Es aquí donde radica uno de nuestros grandes problemas y que debe ser resuelto, ya que el pilar del turismo como baluarte de nuestra economía ha comenzado un cierto declive. Lo que no quiere decir que no siga siendo trascedente en la actualidad y en el futuro también, pero su importancia en el contexto económico debiera ser compartida con una mayor capacidad exportadora de nuestra economía. Lo que ha quedado demostrado en el período álgido del ciclo económico, donde el mayor desequilibrio de nuestra economía venía representado en el abultadísimo y desproporcionado déficit de la balanza por cuenta corriente. Para que esto se corrija, en el corto plazo, debe producirse el necesario ajuste interno, incrementando las tasas de productividad del factor trabajo y mayor capacidad de ser competitivas las empresas españolas. En lugar de las innumerables ocurrencias del gobierno, con efectos sólo a la galería, éste lo que debiera proponer es hacer atractiva la inversión y el ahorro privado, recortar el gasto público para que de ésta forma las empresas puedan realmente acceder al crédito y por supuesto bajar los impuestos. Que nadie piense que la última ocurrencia, el coche eléctrico, va a ser la panacea. En el fondo y en la forma, lo que el gobierno plantea con esto es «la industrialización política» amparada en subvenciones y más subvenciones. Este tipo de impulso industrial, que no se sustenta en reales y auténticas ventajas competitivas de la economía, y que por ende viene forzado por mor de las subvenciones y otras prebendas, en cuanto que no es «natural», termina la mayoría de las veces en deslocalizaciones industriales, una vez finalicen los efectos de las mismas.

En economía el cambio de ciclo hace que los tiempos cambien y cuando esto ocurre, un cambio de tiempo impone un cambio de todo. El tiempo económico debe ser considerado un conjunto de momentos, en los que se toman las decisiones que pueden hacer que el tiempo ni se note. Esto exige coherencia en la toma de decisiones en los momentos que procedan. No se puede decir hoy que la reducción de peonadas para el PER estará condicionada a los daños habidos por el temporal y mañana hacer extensivo la reducción a todo su ámbito de aplicación. No se puede decir hoy la posibilidad de contemplar la bajada del 2% de las cuotas de la Seguridad Social y el mismo día otro responsable político decir que no «se van a sacrificar las pensiones por el pacto social», en alusión a la reducción de los tipos.

La coherencia y la racionalidad en las decisiones se imponen en los momentos del tiempo que nos ha tocado. Pero ni el gobierno con el sustento de un partido con su rosa marchita y la oposición con un una gaviota incapaz de desplegar sus alas, para volar y volar, nos están llevando al abismo del tiempo que son las tinieblas. Esa rosa debe volver a ser un capullo y la gaviota como Juan Salvador.