EL MAESTRO LIENDRE

UN ESTADIO CARO, NUEVO Y VACÍO

Si el equipo baja ¿cómo se justificarán los inexplicables privilegios públicos que recibe?

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Al Cádiz Club de Fútbol, como a tantas cosas de esta ciudad de la que tanto apetece marcharse a generaciones enteras, le vendría bien un buen chute de indiferencia. Como a los niños mimados, que reclaman atención constante y confunden privilegios con derechos, al equipo amarillo le convendría un grueso manto de silencio, que diría un cronista cofrade.

La contradicción es evidente. Pregonar el alejamiento e incumplirlo, en el mismo texto, es incoherente. Criticar la gestión del equipo, el trato institucional que recibe o el ambiente que lo rodea significa prestarle atención. Los reproches vienen a ser una forma de cariño. Pero esperar a que el equipo descienda sería oportunista, así que lo que haya que decir, mejor ahora, cuando todavía es posible (no probable) su resurrección deportiva, la permanencia 'in extremis'.

Ese desapego, por ahora, es imposible. Sería el mejor aliado de los que utilizan ese equipo, ese símbolo, a conveniencia. Es imposible dejar de hablar de él mientras se beneficie de recursos públicos -de perras que ponemos todos- de forma inexplicable. Como esto del fútbol siempre mezcla matemáticas y sentimientos (agua y aceite), mejor dejar claro lo de siempre: que algunos que son socios desde los 80, que a futboleros y cadistas le ganan un pulso a cualquiera, tienen derecho a poner el sentido común, el de ciudadanía y ciudad por encima de 'los colores'. Aficionados, no insensatos.

Tanto si el equipo desciende como si no, su etiqueta de conjunto de Segunda División A con aspiración constante a Primera queda aplastada por los números. Si se toman los últimos 20 años como referencia (la más lógica), resulta que ha pasado más temporadas en Segunda B que en cualquier otra categoría. Es decir, en su pasado reciente, según su historial contemporáneo, es un equipo de la tercera categoría. Ni de segunda, ni de primera.

LA CIUDAD DEL PROYECTO ÚNICO

Con ese argumento deportivo en la mano (el único que puede esgrimir una sociedad anónima deportiva, una empresa del espectáculo deportivo) empieza a ser insostenible el desproporcionado apoyo económico que recibe de las instituciones públicas, de las que son 'socios' todos los gaditanos, aficionados o no. Si el equipo -considerado uno de los mayores estandartes de una ciudad que los tiene todos apuntalados- ofrece ese rendimiento, cada vez será más difícil explicar la cantidad de privilegios que recibe.

El mayor y más reciente es la construcción de un estadio nuevo que, para mayor dolor, se lleva la máxima inversión pública con dinero municipal en la ciudad. Según los números, es el mayor proyecto de la capital gaditana a corto plazo. Además, ese espléndido local levantado con multas e impuestos de todos no tiene más utilidad que esa, acoger cada 15 días un partido de fútbol que, estadísticamente, durante las dos últimas décadas, suele pertenecer a la tercera categoría del fútbol español.

Como ahora se echarán encima todos los talibanes del cadismo y el gaditanismo, conviene aclarar que no se trata de postular la paralización de la obra ni el derribo del Nuevo Ramón de Carranza Municipal Arena.

Muchos, cada vez más, nos conformaríamos con el consuelo de que ese edificio tuviera algún otro uso frecuente (no ya una imposible pista de atletismo para niños... Algún otro equipamiento de uso común o escolar) al margen de esas oficinas de prestado, que ocupa frecuentemente la Junta de Andalucía por su incapacidad manifiesta para dejar de pagar alquileres. Total, también los pagamos a escote.

Si el equipo baja, incluso si dormita varios lustros más en Segunda A, lo mínimo que cabe preguntarse es: ¿para qué ese pedazo de escenario, si programan teatro aficionado cada 15 días? ¿por qué esta ciudad no tiene en marcha otros proyectos prioritarios con esa inversión? ¿por qué no consiguen hacer útil ese enorme inmueble -municipal- a los 115.000 gaditanos que no son socios?

Digo yo que si el equipo baja, cada vez se lo preguntará más y más gente, con lo que la utilización populista y electoralista del amarillo y el azul igual se convierte en lo contrario: el primer gran reproche colectivo a la gestión municipal (incluyendo a Diputación).

INDICIOS DE CRISIS EN LA MADRUGADA

Me dicen unos amigos capilloides que la madrugada gaditana está en crisis profunda. Que si ya no es lo que era. Que si le falta alma, vida, colorido y no sé qué más. Yo no salí el pasado Viernes Santo (me da miedo y me tapé hasta el tarro a esperar que pasara) pero comparto el argumento. Las pocas madrugadas de Cádiz que he conocido, cualquier día de la semana del resto del año, me sirven para darles la razón. A las madrugadas gaditanas les falta alma. Y gusto, oído, tacto, estómago, locales, horario... Les falta de todo. Por una vez, los cofrades están en posesión de la verdad.