La Coronación, todo un ejemplo de elegancia, hizo gala una vez más del lugar privilegiado que ocupa en la Semana Santa. :: CRISTÓBAL
Jerez

Un Domingo de Ramos para soñar con el resto de la Semana Santa

Las cinco cofradías que hicieron su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral cumplieron con creces con lo que se esperaba de ellas

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Permitió la climatología que el Domingo de Ramos luciera espléndido, con cinco cofradías de gran sabor haciendo su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral. Fue el primer día de la Semana Santa una jornada brillante, completa, auténtica, llena de matices y de contrapuntos que hicieron posible que los cofrades dejaran a un lado las vísperas para disfrutar de la fiesta de la Semana Santa. Una jornada inolvidable, que contó de nuevo con la seriedad de las Angustias, la singularidad del Perdón, la elegancia de la Coronación, la algarabía de la Borriquita o la gitanería del Transporte.

La Borriquita

La primera en la calle

Respetó la climatología, y la hermandad de la Borriquita puso todo lo demás. Un ejemplo de cofradía de centro, de clase y elegancia, de mesura y delicadeza, en torno a dos de las imágenes más importantes de nuestra Semana Mayor, tanto por su devoción como por su valía histórica. Siempre se espera a la Borriquita como quien espera un sueño, una ilusión incontenida por el paso inexorable del calendario que te va avisando que queda un día menos para el Domingo de Ramos. Es la hermandad de la Borriquita la de los niños, la de los más jóvenes, pero también la del cofrade que sabe que su Semana Santa tiene obligatoriamente que empezar en el patio de la Escuela de San José.

Media hora antes de la salida ya estaba a reventar la Escuela. Los pases, como siempre vigilados para acceder a la capilla, se habían agotado tiempo atrás, y la hermandad se afanaba por disponer todo en el orden que caracteriza a la cofradía de la Estrella. Estrenaba Juan Infantes la dirección de cofradía, y como siempre, su labor fue impecable. Puntual, la puerta de la capilla del colegio se abrió, y apareció entre las sombras la portentosa Cruz de Guía que tallara en su día la familia Buzón, una de las más características de nuestra ciudad.

Cuando Martín Gómez puso el paso de misterio en el patio del colegio, la banda de la Victoria de León comenzó a tocar sin descanso. Un auténtico éxito el año pasado, la formación confirmó que se encuentra en un momento dulce, ya que ha cerrado contratos para toda la Semana Santa por Andalucía. Afinada, pero sobre todo potente, la banda de la Victoria hizo sonar sones de realeza cuando Cristo Rey se asomó por primera vez a Jerez. Acompañados de sones flamencos, y con el caminar tan característico que la hermandad ha dispuesto para este paso de misterio, siempre de frente, siempre elegante, la cuadrilla fue poco apoco alejándose de la Escuela de San José buscando el encuentro con la iglesia de San Marcos, y dejando espacio para que el palio de la Estrella pudiera hacerse dueño de los corazones.

Y así fue, no podía ser de otra manera. Envuelta en el aroma de los inciensos, y con un manto azul purísima esperando ser bordado en breve por Jesús Rosado, el maestro astigitano, la dolorosa de Sebastián Santos salió a pasear orgullos de ser la primera, mérito que nunca nadie le podrá quitar. Con la elegancia de quien se sabe Madre de Dios, porque lo es, la Señora de la Estrella ha conseguido de un tiempo a esta parte que el Jerez cofrade, ese que cada año le reclamaba marchas chabacanas y altaneras, entienda que lo suyo es el clasicismo, la seriedad bien entendida, la elegancia. Por tanto, ya se espera Coronación de la Macarena, por supuesto, pero no Esperanza de Triana Coronada. Marchas de toda la vida, pero acordes con el maravilloso paso de palio que Esperanza Elena Caro hiciera para la cofradía. Pero sobre todo, marchas que acompañen su mirada, la que va bendiciendo a todo Jerez con su simple paso.

Como siempre, los momentos más intensos se produjeron en la entrada en Carrera Oficial, por aquello de ser la primera en hacerlo, y de vuelta a su templo, cuando desde la calle Limones hasta la recogía navegó la cofradía envuelta en un mar de devotos y fieles. Calles con sabor a Jerez, que permitieron el lucimiento del cortejo y de los pasos, y que consolidaron la posición privilegiada de esta cofradía que preside Manuel Serrano en el conjunto de las hermandades y cofradías de nuestra ciudad. Es la Borriquita primera, y lo sabe. Y por eso, luce orgullosa.

El Perdón

Buscando su sitio

Estaba la hermandad del Perdón preocupada allá por enero, cuando no tenía templo, casa de hermandad, sede canónica fija... no tenía más que lodo, fango, barro, agua y suciedad en la Ermita de Guía. Pero todo lo resolvió El, el Santísimo Cristo del Perdón. Igual es ahí donde deberían mirar más los cofrades del Perdón, ya que está comprobado que por ahora, en las instituciones públicas y religiosas hay poco más que palabras de aliento y buenas intenciones.

Salió la cofradía de la Catedral, y con Manuel Jesús Tristán al frente, de nuevo los pasos fueron lo mejor de un cortejo que aunque se queda algo corto de nazarenos, ha ganado y mucho con la nueva túnica para los penitentes y con la disposición de los mismos gracias a la diputación mayor de gobierno. Una nueva lección de la hermandad del Perdón, que ojalá vuelva pronto a salir de la Ermita de Guía para demostrar a la ciudad que se puede ser diferente y estar orgullosos de pertenecer a la hermandad.

El Transporte

Gitanerío en la calle Nueva

Cuando la hermandad del Transporte decidió coger por la calle Nueva, nunca imaginó que el discurrir de la cofradía por el corazón del barrio de Santiago se iba a convertir en el momento más esperado de su salida procesional. Desde entonces, ya no existe la Tornería, ni la calle Merced, ni siquiera la entrada en Carrera Oficial, antiguos epicentros de la corporación en la calle. Desde que existe la calle Nueva en el corazón de los cofrades del Transporte, el resto de calles se han vuelto sosas en comparación con el corazón flamenco de nuestra ciudad. Por eso, la cofradía apostó por pasar por la calle Nueva tanto a la ida como a la vuelta de la corporación desde la Santa Iglesia Catedral, y es gracias a esa decisión que hemos podido comprobar que el corazón de Jerez late de dos maneras distintas en función de la hora del día. Mientras que el sol aporta brillo y alegría, la luna refleja compás y duende. Y eso hace que la cofradía se impregne perfectamente de todas las esencias que el barrio de Santiago le va regalando.

Porque la hermandad del Transporte quiere, desde hace unos años, dejar de ser la de extramuros, la que siempre cierra el Domingo de Ramos, la que hay que ir a ver si las fuerzas lo permiten al finalizar la jornada, para convertirse en referencia del primer día de nuestra Semana Mayor. Y mimbres, es imposible negarlo, tiene para conseguirlo. Los tiene, porque atesora uno de las tallas más impactantes de nuestra ciudad, la del Señor del Consuelo. Sereno pese a la inminencia de la muerte, preside la parte principal de un paso de misterio de los de siempre, de los que saben a antiguo, de los que se dice que tienen sabor.

Y van quedando cada vez menos debido al ímpetu de las hermandades, que prefieren estrenar cosas a restaurarlas, que prefieren el brillo del oro al color del mismo.

Y Ella es una de las grandes desconocidas de nuestra Semana Santa. Quizá pase desapercibida en un paso de palio de Carrasquilla, que al tener fondo blanco, no hace que resalten los bordados. Quizá es que, sin saberlo, compita con su hermana menor, la Virgen de la Estrella, también de Sebastián Santos. Igual es que la portentosa imagen del Consuelo atrae todos los focos de la hermandad, pero Ella, Madre de Dios de las Misericordias, es una dolorosa de una dulzura en la mirada de las de siempre, de las que te conmueven el corazón cuando su paso de palio pasa delante de ti.

Con estas dos imágenes, no es de extrañar que la cofradía pase algo más desapercibida, entre otras cosas porque el cuidado de su cortejo se viene abajo gracias a que son muchos los niños que visten la túnica nazarena. Y bendito desorden ese, que permite que los más jóvenes de la cofradía disfruten del día más importante del año, salvando los días de culto de la propia cofradía. O sin salvarlos, porque para la mayoría de los cofrades del Transporte, su día será siempre el Domingo de Ramos, ese en el que vienen desde la Basílica de la Merced hasta el centro, dispuestos a dar testimonio de su fe.

Pero el aspecto visual de la hermandad, entera de blanco, incluso las túnicas de los nazarenos, dan una idea del perfil de esta cofradía, y de lo que ayer pudimos ver en la calle gracias a la corporación que preside Rafael Virués de Segovia. Alegría por encima de todo, barrio sin discusión. Fuerza y nuevos bríos, envueltos en un aroma de siempre. Y eso tiene su mérito en una cofradía que todavía se está buscando a si misma, ya que se fundó hace apenas cincuenta y siete años. Poco tiempo, pero el suficiente para darnos cuenta de que estamos ante una de las hermandades con mayor margen de progresión de cuantas se fundaron en la misma época.

La Coronación

Elegancia

Cuando sale la hermandad de la Coronación a la calle, lo hace sabiendo el peso que tiene en la Semana Santa de Jerez. Esa posición de privilegio se la ha ganado gracias a los siglos de historia que tiene la corporación, y al buen hacer de generaciones anteriores, que los máximos dirigentes actuales de la cofradía están obligados a continuar y respaldar. Y es además una obligación voluntaria, sin que esto sea una contradicción.

Es una obligación porque es tan bueno todo lo que pone en la calle la cofradía que preside Javier Lucena, que en caso de no respetarlo el propio peso de la historia se volvería contra la Junta de Gobierno que así decidiera hacerlo.

Y es voluntario precisamente porque al ser tan bueno parecería un sacrilegio no imitar, no seguir la senda que tan bien han marcado nuestros antecesores.

Ese peso de la historia es el que pone en liza la cofradía de la Coronación cuando sale a la calle cada Domingo de Ramos, poniendo patas arriba una calle Arcos que espera impaciente a los blanquinegros nazarenos de la cofradía de la Albarizuela. Y ese barrio es precisamente lo que, de un tiempo a esta parte, quiere recuperar la cofradía, porque siempre se ha dicho que la hermandad de la Coronación parecía que no fuera de barrio por su elegancia natural, por su exquisita puesta en escena. Aunque históricamente la cofradía siempre ha sido de la Albarizuela, pasar por delante de la parroquia de San Pedro había hecho creer a muchos cofrades que la cofradía pertenecía a este barrio, olvidando que la Albarizuela es el nucleo sustantivo de la corporación de la Capilla de los Desamparados.

Precisamente por su vinculación con el barrio, la hermandad siempre ha considerado indispensable pasar por las calles donde viven sus devotos, y es por ello que han convertido en una fiesta su paso por calles tan cofrades como Bizcocheros, Antona de Dios o Arcos, donde pudo verse ayer a la cofradía en toda su intensidad. Interminables filas de nazarenos, ya que en este concepto ha mejorado mucho la cofradía, acompañaban a los dos pasos que presentó ayer la hermandad, y que son de los más completos de nuestra Semana Santa. Por un lado, el paso de misterio continuó con la senda trazada por su capataz Manuel Campos, que poco a poco se ha asentado como un capataz de su cofradía respetado y valorado, gracias al buen hacer de su gente con el maravilloso paso de misterio, uno de los más grandes en cuanto a dimensiones de cuantos procesionan en nuestra gran Semana Mayor.

Y por otro, la dolorosa de la Paz en su Mayor Aflicción, la de los ojos verdes, la advocación más bendita de nuestra ciudad. Paz incluso cuando la aflicción sea insostenible, paz en todos los sentidos de la vida. Paz por encima de todo. Eso es lo que Ella irradia encerrada en el portentoso paso de palio que le hiciera en su día Esperanza Elena Caro, uno de los más opulentos de nuestra ciudad. Un auténtico lujo que la cuadrilla de la Niña, como conocen los costaleros de la Paz a su bendita Madre, saben cuidar con andares característicos, que han convertido la recogía de esta cofradía en un auténtico derroche de fuerza y de intensidad. La que vivimos ayer cuando la cofradía, roto ya el Domingo de Ramos por el Lunes Santo, enfiló la calle Arcos, y la hizo eterna, gracias a la pericia de los costaleros y al buen hacer de la banda de música que acompañaba a la dolorosa. Todo un ejemplo de lo que es una cofradía de barrio, pero sin las estridencias propias de ese tipo de cofradías que confunden lo ordinario con lo festivo. Todo un ejemplo de cofradía en la Albarizuela.

Las Angustias

La cofradía de negro

Silencio en la plaza de las Angustias. Una campana redobla a muerto en la espadaña. Un cancel se abre, dejando ver la penumbra de un templo sombrío. Un mar de fieles arremolinados hasta la calle Higueras. Un diputado que asoma, elegante, sobrio, Palermo en mano y pergamino en la otra. Hiniestas filas de nazarenos, muy juntos, como mandan los cánones cofrades para el corte de cofradía que es las Angustias, esperan impacientes en la única nave de la Capilla del Humilladero. Suena un martillo de fondo, seco, ronco, apagado. La Virgen de las Angustias, en el presbiterio, espera con su Hijo en brazos que llegue el momento sublime de explicar sin decir una palabra cuál es el dolor más grande que una mujer puede sentir. Y cómo se debe reaccionar ante él.

La cofradía avanza, lentamente, para ir despegando poco a poco. El paso de misterio enfoca el dintel de la puerta, y la voz de un capataz corrige a sus hombres. Sin prisas, sin bullas, sin nervios. Lleva años aprendiendo de uno de los capataces con mayor solera de la ciudad, Martín Gómez, y este joven sabe que es su momento. Sabe que es el momento de la Virgen. Con paso lento va salvando el estrecho marco de la puerta de la Capilla de las Angustias, mientras que la cruz se acerca peligrosamente al dintel de la puerta. Con pericia, el paso de las Angustias está en la calle, y un pequeño amago de aplausos es a la par reprendido por los cofrades veteranos, los que saben que a esa dolorosa no hay que aplaudirle, sino rezarle.

Es la muerte en cruz lo que nos presenta la cofradía de las Angustias. Es el dolor desgarrado de una madre que tiene que recoger lo que queda de su hijo. Es la agonía doliente de los que hoy le rezan, de los que quieren comprender el misterio de la fe. Es la Virgen de las Angustias la solución a todas las ecuaciones, y por eso los cofrades de las Angustias son diferentes a los demás. Por eso la seriedad, la disciplina, la piedad, la mística, son condiciones indispensables para ser cofrade de esta hermandad del Domingo de Ramos, la que pone el contrapunto, la que culmina la difusa paleta de colores de nuestra Semana Mayor. No habría Domingo de Ramos en Jerez, sin el silencio negro y hermoso que aportan los nazarenos de las Angustias.

Al fondo, enfilando ya la calle Higueras, la calle de siempre de la cofradía, los niños entonan el Stabat Mater, gracias a la solidaridad del Oratorio Festivo. Niños siempre cerca de su madre, con el libro de difuntos justo tras su manto. El principio y el fin rodeándola. Y en el centro, siempre Ella, llenando con su presencia el paso que Guzman Bejarano tallara con primor para la cofradía que hoy preside Francisco José Mancilla. Todo un lujo el recorrido de esta cofradía, con momentos tan intensos como el que se vive cada año en la calle Caracuel, cuando alguien, en la distancia, apaga el televisor de su casa para poner un Ave María cantado piano, suave, mientras que pasa toda la cofradía. O el que se vive cada año cuando la hermandad renuncia a su calle, a la que fue su calle toda la vida, la calle Corredera, para acercarse a la negrura del templo de San Miguel, donde su hermandad hermana, la del Santo Crucifijo, la recibe en uno de los actos más escalofriantes de cuantos pueden disfrutarse en nuestra bella Semana Mayor.

Todo eso puso ayer la hermandad de las Angustias en la calle mientras bajaba por la calle Molineros, ya camino de su casa, mientras que dos silenciosos puntos de luz alumbraban un balcón engalanado para la cofradía. El mismo balcón que llora en solitario cuando pasa la Esperanza de la Yedra cada Madrugá. Dos puntos de luz, que recuerdan siempre que, pese a todo, no hay dolor más grande que el de una madre cuando pierde un hijo. Y la lección que esa Madre dio al mundo, para afrontar con la misma serenidad la pérdida de una madre.