Bullock muestra con gesto sereno y sonriente su estatuilla. :: CHRIS PIZZELLO/AP
Sociedad

La mujer que decidió tomarse en serio a los 40

Bullock corona una carrera llena de insulsos taquillazos

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Hasta los 40 años, Sandra Bullock no hizo nada digno de mención, salvo muchos millones de dólares, varias películas de acción y algunas comedietas románticas de clínex en el medio y besitos al final. Pero, a los 40 años, cuando las actrices de Hollywood descubren que ya no pueden esconder sus arrugas y se gastan todos los ahorros en cirujanos y psiquiatras, Sandra decidió que, además de ser la chica de 'Speed' y la heroína de 'Miss Agente Especial', también podía convertirse en Meryl Streep. Si Sandra lo hubiera dicho entonces en voz alta, las carcajadas se habrían oído hasta en el último rincón de California. Pero calló. Y aceptó un pequeño papel dramático en 'Crash', la película que triunfó en el año 2004. Encarnó entonces a una mujer rica, neurasténica y solitaria que encuentra un inesperado apoyo en su sirvienta mexicana. Sandra recogió sus primeros premios, escuchó por fin críticas elogiosas y descubrió al mundo que podía ser algo más que una chica simpática, monilla y torpona. Ahora, con 'The blind side' asciende a unos altares que nadie había pronosticado para ella.

Hija de Helga Meyer, una cantante de ópera alemana, y de John Bullock, un profesor americano, pasó su infancia en Nüremberg, en casa de su abuelo materno, científico espacial. De aquella época le quedó el idioma (habla un alemán fluido), el gusto por la música coral y ese punto de ironía europea que le permite criticar el modo de vida americano y, sobre todo, reírse de sí misma: una semana antes de recibir el Oscar a la mejor actuación femenina por 'The blind side', acudió a recoger el Razzie a la peor actuación femenina por 'Alocada obsesión'. «Gracias por arruinar mi carrera con esta injusta decisión», espetó entonces al divertido público, al que amenazó con volver a leerles su «incomprendido» papel «hasta las cuatro de mañana». A los 45 años, Sandra Bullock ha coronado con el Oscar una carrera saturada de películas rentables y vacías. Lo celebrará con su marido, el magnate de las motos Jesse James, y con sus tres hijos postizos, herencia de los anteriores matrimonios de su esposo. Y mientras decide si de verdad quiere convertirse en Meryl Streep o si prefiere seguir siendo una comediante hiperactiva, Sandra disfruta su momento escuchando música de AC DC, estudiando las cuentas del restaurante que abrió en Austin (Texas) y vigilando el destino del millón de dólares que ha entregado para la reconstrucción de Haití.