Sociedad

Un fin de semana entre payasos

Raluy pone en marcha en Barcelona una iniciativa que pretende difundir la cultura del circo y permite a los visitantes actuar Una compañía circense instala un pequeño hotel en sus caravanas de época

BARCELONA. Actualizado: Guardar
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Ni hoteles urbanos, ni casas rurales, ni viajes exóticos. Lo último en turismo es pasar un fin de semana en una vieja caravana de época y vivir la magia del circo desde dentro. La compañía circense Raluy, en Cataluña, acepta huéspedes y alquila una de sus casetas, para sentirse durante un día como un payaso, un acróbata o un malabarista. Este hotel con ruedas, que en su día iba tirado por dos caballos, cuesta 200 euros la noche y está equipado con todas las comodidades de una habitación de hotel convencional. Además, el hospedaje da derecho a asistir a los ensayos y por supuesto a dos actuaciones.

«Me atrae mucho el mundo del circo , es especial y mágico y quería disfrutarlo desde dentro, no sólo como espectador», señala Carles Cors. Este joven gerundense y su novia Oihane Intxaustegi son dos de los pocos privilegiados que desde el pasado 5 de enero han podido experimentar con las entrañas del día a día de un circo .

«Nos hacía mucha ilusión hospedarnos en una caravana auténtica», señalan. «Tenemos un grupo de música (Le Croupier), que es de estilo cabaretero y circense y admiramos mucho el trabajo de los artistas de los circos», señala Oihane, sentada en una vieja caravana que tiene tantos kilómetros encima que ha visitado ya cuatro continentes.

El que posiblemente es el único hotel itinerante del mundo, primero se instaló en Barcelona, para luego recalar en Sabadell, Sant Cugat, y próximamente echará el ancla en Mataró. «Es una fantástica oportunidad para los verdaderos amantes del circo , de observar el día a día de la vida nómada de los artistas, sin renunciar a las comodidades que ofrece un alojamiento en hotel», señalan fuentes de la compañía Raluy, una familia ligada al mundo del más difícil todavía desde 1911, que pretende con esta iniciativa difundir la cultura de estos artistas.

La habitación que acoge a los viajeros descansa en un carromato inglés del año 1939, que ha sido completamente restaurado y adaptado (tiene cama doble, sala de estar amplia con televisión, dos camas suplementarias para los niños, baño completo, chimenea, aire acondicionado y minibar), manteniendo el encanto de las carrozas de época y respetando el entorno del circo.

Participan en el montaje

Sólo hay una incomodidad: hay que adaptarse a las giras del espectáculo. Pero así es la vida nómada de los artistas. Los huéspedes tienen entrada libre a los espectáculos y, si se atreven, pueden participar en alguna de las actividades rutinarias del circo. «Los más osados incluso protagonizan algún número», dice William Giribaldi, miembro de la compañía Raluy.

La compañía tiene una finca donde guarda sus caravanas de coleccionismo. Muchas proceden de Alemania y otras del Reino Unido, éstas últimas caracterizadas por tener techos muy altos, paredes exteriores de chapa y con ventanas sólo a un lado para que desde el exterior del circo no se pudiera acceder a las caravanas para robar.