La borrasca pasó, la crisis no
ABOGADO Actualizado: GuardarEl miedo a la adversidad persiste. Se ha instalado entre nosotros. El agua nos ahoga, el ciclón quiere destruirnos. Parece que todo es malo y nos invade el pesimismo. No es para menos. Todo tiene una explicación. Vivimos inmerso en una crisis de valores, social y económica. Las penas con dinero son más llevaderas. De ahí la importancia que la economía tiene en cualquier momento de nuestras vidas. Pero la economía se mueve en un contexto de miedo, porque todos tenemos miedo a perder el empleo, a no poder pagar lo que adeudamos al banco y éste a no poder asumir gran parte del desmadre inmobiliario habido en este país, del que ha sido partícipe en una importante parte.
Existe auténtico miedo escénico a decir la verdad. Desde luego el Gobierno nunca la ha dicho. Primero negó la crisis. Luego restó importancia a sus efectos en España. Posteriormente asumió su existencia, pero volvió a minusvalorar sus consecuencias. Ahora que le ha estallado en las manos, hace dejación de sus responsabilidades y pretende responsabilizar a los demás creando una comisión y así disipar responsabilidades y en lo posible fundamentar de alguna forma su persistencia en el poder. Lo único que hubiera sido deseable era un auténtico pacto de Estado entre los dos partidos mayoritarios que representan el 85% del electorado y que son las únicas alternativas de gobierno. Por ello, si de verdad el Gobierno hubiera tenido intención real de alcanzar acuerdos fructíferos, habría preparado un auténtico orden del día, objeto de reales discusiones y no esa especie de índice sobre temas inconexos e incompletos, que sólo fuerzan al partido de la oposición a oponerse, hacer el paripé y guardar su imagen. En el fondo, la finalidad primordial de las pretensiones gubernamentales en este contexto, es desgastar al PP y hacer ver a los ciudadanos la imposibilidad de pactos con ellos, amén de exacerbar su insolidaridad por su oposición al acuerdo. Las reuniones en la calle Zurbano no tienen una finalidad primordial económica como debiera, sino que son producto de una operación política perfectamente calculada. La ideología ultraizquierdista de nuestro recalcitrante progre presidente imposibilita un acuerdo económico serio, riguroso, eficaz y eficiente que predispongan a la economía para encauzar la senda del crecimiento. Sólo los principios y valores que sustentan la economía occidental y por ende la de la Unión Europea son susceptibles de ser considerados. Desde luego, éstos se encuentran en las antípodas de los que conforman la peculiar ideología de ZP. Por eso cualquier acuerdo que no sea contrario a lo pretendido por nuestro presidente sería contraproducente para los intereses económicos de España y de los españoles.
La vicepresidenta económica admite en privado que los dos grandes problemas que padecemos son el déficit público y el sistema financiero, aunque su discurso público centra el desempleo como el mal de todos los males. Lo cierto es que los tres problemas son los grandes retos a resolver por la economía española, además de ser interdependientes. Por eso, el gobernador del Banco de España insiste en llevar a cabo cuantas reformas sean necesarias para solventar nuestros tres grandes problemas. De ahí que Fernández Ordóñez ligue el destino del sector financiero a una gran reforma laboral. Apuntó que «la restructuturación del sector sólo será efectiva sí el Gobierno acomete reformas económicas que disminuyan sustancialmente el número de parados, mejoren la competitividad y aumenten la productividad». Dejando caer a continuación que «en caso contrario la economía española entrará en un periodo muy duro y complicado, con un fuerte impacto en las finanzas públicas, lo que supondría mayor tasa de paro, más morosidad para la banca y contracción del crédito». Son evidentes las conexiones e interdependencias entre las tres cuestiones planteadas. El desempleo influye directamente en la tasa de morosidad en el sistema financiero, haciendo más vulnerables a las entidades . Las cuentas públicas se deterioran con los fondos adicionales que se requiere para hacer frente a la prestación de desempleo y demás subsidios de análoga naturaleza. Lo presupuestado este año asciende a 30.000 millones, la mitad del presupuesto para pensiones. En realidad, el paro es en la actualidad la gran amenaza, no sólo para los que queriendo y pudiendo trabajar no lo hacen porque no hay trabajo, sino también para el propio sistema de pensiones, para las finanzas públicas, en su condición de suponer mayores gastos y menores ingresos y para el sistema financiero en cuanto predispone al aumento de la tasa de morosidad.
Está claro que la legislación laboral española es insuficiente, a la vez que poco virtuosa y a los hechos me remito, cerca de cinco millones de desempleados lo avalan. Ha quedado demostrado que el defectuoso funcionamiento del mercado de trabajo trasciende y desequilibra las finanzas públicas y al sector financiero. Su reforma es apremiante en el tiempo y en la intensidad de sus planteamientos. Lo más urgente es legislar sobre un contrato de fomento del empleo de carácter indefinido, que conciliase las legítimas pretensiones de las partes intervinientes en el mismo, que supusiera una mayor indemnización por despido en los primeros años, que deviniese transcurrido cuatro años en una indemnización por improcedencia del despido de veinte días de salario y un techo indemnizatorio de doce meses. Ello posibilitaría reconsiderar las formas contractuales establecidas en el artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores o adaptar las mismas circunstancias indemnizatorias para estos que las contempladas en ese contrato de fomento, con lo que reforma como tal desde la óptica de la dinámica legislativa sería rápida , a la vez que entendibles por todos, sobre todo por aquellos que demandan un trabajo de forma urgente y aquellos que estarían dispuestos a ofrecerlos en circunstancias adecuadas. La otra gran reforma es la del Título III del Estatuto de los Trabajadores, sobre la negociación colectiva. Deben primar los convenios de empresas sobre los de sector, ya que es allí donde se dilucidan las dos cuestiones capitales para que nuestra economía de mercado funcione, la productividad del factor trabajo y la competitividad.
Señor presidente, si no quiere que nos lamentemos por los siglos de los siglos, disponga ya las reformas que hagan posible que la economía vuelva a funcionar y no espere a verlas venir, porque a lo mejor el tren del crecimiento nos pasa y no vamos a poder cogerlo.