Funeral en «estado de sitio» en Cuba
La Policía impide que la disidencia participe en la exequias de Zapata mientras la población cubana continúa sin conocer su muerte
LA HABANA. Actualizado: GuardarLos esqueléticos restos de Orlando Zapata Tamayo reposan desde ayer en el cementerio de Banes. Sin embargo, la mayoría de los cubanos desconoce la muerte el martes del preso opositor tras 85 días de huelga de hambre en exigencia de mejores condiciones carcelarias y del estatus de preso de conciencia que le reconoció Amnistía Internacional. El régimen castrista ha impuesto un silencio informativo y sólo el 'boca a boca' entre los sectores disidentes ha conseguido traspasarlo.
Los medios locales, todos controlados por el Estado, ni siquiera han reflejado el comentario de su presidente, Raúl Castro, lamentando el hecho. Si fue difundido -después de ser editado- por la cancillería entre los corresponsales extranjeros. En cambio, se han explayado con la visita del mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y su encuentro con Fidel Castro.
Sólo un artículo del periodista Enrique Ubieta, director de una publicación cultural, titulado 'Zapata ¿un muerto útil?' apareció publicado en un sitio digital oficial digital. El texto acusa a los «mercenarios» -como el Gobierno califica a los disidentes- de haber «instigado» al fallecido, un albañil de 42 años, a la «autoejecución». Agrega que su muerte «regocija íntimamente a sus hipócritas dolientes», quienes exhiben su cadáver «con cinismo como trofeo colectivo».
De cualquier manera, Banes, la ciudad de la oriental provincia de Holguín de la que era natural Zapata, amaneció ayer «bajo un verdadero estado de sitio» -según denunciaron los disidentes- para evitar que su funeral se convirtiera en un acto contra el régimen. La familia, que acusa al Ejecutivo castrista de su muerte, informó que las autoridades querían enterrarlo «prácticamente sin velarlo». Pero nos negamos y finalmente se nos permitió que lo hiciéramos a primera hora», explicó Elizardo Sánchez, portavoz de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN). De hecho, el entierro tuvo lugar a las siete de la mañana sin incidentes destacables.
Despliegue sin precedentes
Sánchez explicó que los accesos y lugares públicos de Banes fueron tomados por las fuerzas de la seguridad del Estado, que ya a las escasas horas del fallecimiento de Zapata detuvieron a unos cincuenta opositores para evitar que acudieran al sepelio. «Banes era como un pueblo tomado por el Ejército japonés en Filipinas», aseguró. Reina Tamayo, madre del fallecido, añadió que el traslado del cadáver por los 800 kilómetros que separan La Habana de Banes también se desarrolló «con un gran despliegue policial. El cadáver salió en una comitiva con catorce carros, custodiado por militares armados y la Seguridad del Estado», dijo.
El intento del Gobierno de difuminar el efecto de la muerte del disidente no evitó las críticas de incluso sectores cercanos al régimen. Expertos consultados en secreto consideraron un «error» no haber tomado medidas que hubieran evitado el fallecimiento del preso político, quien fue encarcelado por una condena de 3 años que finalmente se alargó hasta 36 por su rebeldía y sus constantes protestas.
Entre los opositores las denuncias fueron unánimes. El moderado Manuel Cuesta Morua, de Arco Progresista, indicó que «daña de manera definitiva la imagen de Raúl Castro hacia el exterior». «Pudieron controlar la situación pero no hacerlo es una eutanasia política» que atribuyó a «la soberbia del poder», al que finalmente el caso «se le fue de las manos». Cuesta fue uno de los retenidos cuando se dirigía hacia la casa de Laura Pollán, líder de las Damas de Blanco, para firmar en el libro de condolencias. Estuvo retenido en la comisaría de La Habana desde la dos de la tarde del miércoles hasta las dos de la madrugada de ayer. El opositor afirmó Raúl Castro «debería reflexionar sobre lo ocurrido y asumir las consecuencias».