Uno de los escasísimos clientes observa una parte del recinto en la tarde de ayer, con todos los puestos cerrados. :: ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

El horario vespertino del Mercado debuta con paisaje apocalíptico

Los pocos minoristas activos ayer defienden la necesidad de mejorar la propuesta e insisten en renovar la oferta a la clientela El número de puestos que abren en las primeras dos tardes no llega ni a diez

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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En el Mercado Central de Cádiz anochece antes. Como si fuera San Petersburgo. Del mediodía a la medianoche sin transición. Alrededor de las tres de la tarde cesa la actividad, parece oscurecer, y ya no vuelve hasta el amanecer. Hasta el pasado martes, era lógico, porque todo cerraba. Desde ese día, resulta algo más doloroso para minoristas de la Plaza de Abastos, comerciantes de los alrededores y muchos vecinos. El inicio del horario vespertino de apertura ha arrancado con un considerable fracaso. Ni oferta, ni demanda. Ni mostradores, ni compradores.

Ayer, en el segundo día del experimento comercial, a las 18.30 horas sólo estaban abiertos dos de los 177 puestos del Mercado Central. Pasillos desiertos. Cuando se veía un pequeño grupo, alguna pareja, era de paso, porque los ciudadanos utilizan un tramo como si fuera una calle, para atravesar desde La Marina hasta Simago ahora que el trazado exterior está cerrado por obras.

El bautizo ha sido un fracaso absoluto. El empeño municipal por propiciar la actividad vespertina, que sirva como elemento animador para el centro de la ciudad, inicia su carrera cojeando y sin aliento. Pero los pocos que están no se rinden y, en el entorno del recinto, todo el mundo defiende la idea por muy desalentador que parezca el estreno.

Los dos carniceros que mantenían sus mostradores abiertos al público coincidían en ser críticos, pero también en reclamar que se insista. «Creo que ha faltado coordinación entre la Asociación de Minoristas y el Ayuntamiento. Se ha hecho un gran esfuerzo para que tengamos estas instalaciones. Incluso, se consigue que dos horas después de cerrar al mediodía esté completamente limpio y es una pena que no se aproveche mejor. Abrir por las tardes es buena idea y hay que mantenerla. Quizás no todos los puestos, porque fruteros y pescaderos no pueden. Quizás no todos los días. Se puede debatir alguna rotación o hacerlo sólo algunas tardes... Tienen que sentarse a discutirlo pero no podemos negar que los tiempos cambian», aseguraba desde el mostrador Manuel Rodríguez, que se autodenominaba «Robinson Crusoe, aquí solo».

Al margen de la ironía, este carnicero resaltaba que «los hábitos de compra han cambiado, las parejas jóvenes trabajan por la mañana y tenemos que facilitarles alternativas. Hay que darle vueltas, hay que insistir». Esa misma actitud, de perseverancia pese al pésimo arranque, la compartía el otro minorista activo en la tarde de ayer.

Curro Acal, también carnicero, en el otro extremo del mismo frontal (el más cercano a Correos) coincidía en buena parte del discurso: «Es difícil el inicio. Se puede ver el panorama. No se ha anunciado mucho y se han producido fallos de coordinación, pero hay que probar. Si no, nunca sabremos si funciona y para poder competir hay que dar algo más».

Curro admite que en el mercado del Rosario, en Varela, «la idea de abrir por las tardes no funcionó, la gente no iba» y resalta que faltan detalles en el nuevo Mercado Central para que la apuesta vespertina sea real: «Apenas hay iluminación cuando se va el sol. Se queda como la boca del lobo. Ni eso han previsto, así es muy difícil». A unos metros de distancia, la cafetería La Poême está abarrotada. La órbita de la plaza sí tiene vida humana. María Errante, copropietaria, admite el gris arranque de la idea pero también se apunta a insistir y dar alternativas: «Parece que falta acuerdo entre los puestos, que abren pocos y no hay mucho público. Quizás, podrían acoger por las tardes un mercadillo de artesanos o incluir animación musical ahora que los pasillos son más anchos. Hay que darle vueltas».

Todos proponen lo mismo: darle vueltas a la idea; no rendirse. A la plaza siempre hubo que darle muchas para sacarle el mejor partido posible.