MAR ADENTRO

Manolo, el 'esponjao'

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Manuel Chaves ha sido de esos presidentes que añoraba Mario Benedetti, que no andaban con capangas, sino que en cualquier caso no se despistaba mucho de su amigo Juan Gallo, con sobrada vocación gaditana. La mayor desazón que arrostraban sus críticos era que, a pesar de llevar casi veinte años en la pomada del poder, la gente de la calle -es decir, casi todos-le siguiera llamando Manolo, como si fuese un pariente que tuviéramos destacado en San Telmo. A Manolo -por respeto a su presidencia y a él mismo, creo nunca le he llamado así-, le han prejubilado ahora aunque él pactase las condiciones tras su desembarco de la comisión interparlamentaria en Madrid: doscientos cargos parlamentarios electos dan para una retirada digna y para pactar su relevo en la persona de José Antonio Griñán, que quiere gobernar sin tutelas aunque habrá que ver si lo logra.

Aunque siga viajando en coche oficial, nuestro Chaves empieza a correr la misma suerte que los sordos de astilleros y la vicepresidencia segunda del Gobierno viene a ser como una especie de reloj de oro anticipado porque, en el fondo, aquel niño de Ceuta que se vino a vivir a Cádiz y que estuvo a punto de ser diputado por Vizcaya, tiene hambre de nietos y de montar en bicicleta con su tronco Pablo Juliá. Pero que nadie se piense que su retorno al consejo de ministros -ya vivió allí, al frente de la cartera de Trabajo, la primera huelga general de 1988-vaya a ser un paseo militar, por mucho que él provenga de una familia castrense. En la Villa y Corte se las gastan finas y ni los gacetilleros ni la clase política suele ser del cariz de ese comedido respetable de las conferencias del Club Siglo XXI y pueden ponerlo a parir de un burro a las primeras de cambio, amargándole el viaje de regreso en el AVE.

Ahora, habrá que ver qué pasa con la casa común: el próximo día de San Jorge en Alcalá de los Gazules puede convertirse más que nunca en el besamanos de los Pizarro y es que, en esta coyuntura, Luis pintará mucho dentro y fuera del PSOE de Andalucía y del gobierno autonómico: la cartera de Presidencia o de Gobernación quizá lleve su nombre. Puede que le toque ser el capitán del cambio tranquilo que algunos socialistas plantean. Tranquilo, pero no eterno, piden otros.

Con todo esto y con el terremoto de Italia o las muertes sucesivas de Chano Lobato y de Mari Trini, ignoro qué puede depararnos la historia de aquí al domingo de Resurrección. Vivimos la Semana Santa más intrépida desde la del año 1977 cuando legalizaron al PCE. Pero que nadie vea en la mudanza de Manuel Chaves un trasunto laico del Despojado, o El Esponjado, como ya le dicen algunos a la imagen que desfiló por primera vez por las calles gaditanas el pasado Domingo de Ramos. Nuestro presidente saliente ha estado metido hasta el cuello en las aguas del poder andaluz durante los últimos veinte años y apenas se le han arrugado los dedos. Sigue siendo en gran medida ese tipo cordial que, aunque a veces se le trabe la lengua, podemos topárnoslo en un multicines, junto a la pista de baile de una caseta o dialogando con su peor adversario. Incluso con alguno de esos a quienes no les gusta un pelo que la gente de la calle, por los predios de La Viña o las bullas manifestantes, le siga llamando apaciblemente Manolo.

Buen viaje y buena suerte. Tenga usted cuidado, como se decía antiguamente, con las escaleras mecánicas, con las bullas del metro y las de la Puerta del Sol. No vayan a robarle la cartera.