El voto oculto de Gibraltar
Por qué ha ganado Peter Caruana las elecciones gibraltareñas por cuarta vez consecutivas, cuando todos los sondeos le señalaban como perdedor por una raspa? Tanto las encuestas de las revistas locales Panorama y Vox auguraban su derrota en los comicios del pasado jueves a la Asamblea Legislativa. Incluso el sondeo de la cadena de radiotelevisión local, la Gibraltar Broadcasting Corporation, atribuían seis puntos de ventaja a la oposición, apenas una hora después del cierre de los colegios electorales.
Actualizado: GuardarEstá claro que ha existido un voto oculto y los gibraltareños tendrán que preguntarse por qué. Quizá ocurra que la opinión pública local esté más contenta de lo que parecía con el arreglito alcanzado con España y Gran Bretaña respecto a la vida cotidiana en el Peñón: durante años, los procesos electorales en la Roca se veían condicionados por los asuntos de Estado, el debate de la soberanía y el recuerdo de los años de bloqueo de la Verja con los gibraltareños convertidos en orgullosos numantinos que no estaban dispuestos a vender barata su dignidad. Ahora, tras los acuerdos tripartitos de Córdoba, el flujo de vehículos por la Verja es rápido, no hay grandes problemas en las comunicaciones telefónicas del Peñón y el acuerdo sobre el uso del aeropuerto ha desbloqueado un viejo litigio pendiente desde 1987, aunque las escasas expectativas de negocio amenacen ahora la construcción de la nueva terminal prometida.
Es verdad que el margen de la victoria de Caruana es exiguo: apenas cuatro puntos sobre Bossano, cuya coalición entre socialistas y liberales ha mejorado su marca anterior. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que los sufragios en Gibraltar son individuales. Y en tal sentido, Caruana acumuló 8.333 votos frente a 7.562 de Bossano. Pero, ¿cómo contabilizamos los 2.163 votos que obtuvo Keith Azopardi, del Partido Democrático Progresista que antes figuraba en las filas socialdemócratas del ministro principal que ha vuelto a salir electo?
Caruana no lo tenía fácil en estas urnas. Y no por lo que más nos preocupa a este lado de la Verja, que no son las pintadas «Caruana corrupto» que pueden leerse en La Línea, sino por la popa del New Flame y su incógnito vertido, en la zona gibraltareña de Punta Europa. Su imagen, sin embargo, parecía tocada ante un sector de la población gibraltareña, al rebufo de algunos fichajes controvertidos como el del sindicalista Luis Montiel -el segundo peor resultado en número de votos-, sus encontronazos con un juez local y las actuaciones urbanísticas acometidas en Rosia Bay, la legendaria playa en la que tras la batalla de Trafalgar metieron el cadáver de Lord Nelson en una barrica de vino para que se mantuviera incorrupto hasta sus funerales en Londres.
¿Por qué hubo más gibraltareños que confesaron que iban a votar a Bossano de los que confesaron que iban a decantarse por Caruana? Quizá porque en Gibraltar, como en otros muchos lugares bajo cualquier bandera, pesa más la opinión de los que más gritan. Y a la vista del último National Day, sigue habiendo una muchedumbre que clama por mayores avances en la autodeterminación local. En la Roca, acaba de aprobarse una Constitución que no sólo ha cambiado la ordenanza electoral sino que ha ampliado la autonomía del número 6 de Convent Place, la sede del gobierno local. Pero hay un poso antiespañolista en un sector de la opinión pública que no puede reconocer en voz alta su satisfacción por los acuerdos con España, que han mejorado visiblemente su día a día.
Durante décadas, bajo mandato del PSOE o del PP, hubo voces sensatas que alertaban que la resolución final de este contencioso no estaba en los organismos internacionales sino en el corazón de los habitantes de la zona, a los que no había que hostigar sino que atraer. Sin embargo, como medida de presión contra el Reino Unido, el Palacio de Santa Cruz siguió ensayando procedimientos coercitivos como el de cerrar el grifo de la Verja para que el paso de vehículos fuera tan lento como un desfile de tortugas. Los gibraltareños se cabreaban y volvían a casa echando exabruptos contra los españoles en su conjunto y sus gobiernos en particular.
Ahora, esa tendencia parece haber cambiado y Gibraltar, con la boca chica eso sí, ha vuelto a votar al ministro principal que más garantía le merece a la hora de mantener ese armisticio con Madrid. Ahora es a Madrid a quien le toca mover ficha: constituiría un error mayúsculo que fracasase el acuerdo del aeropuerto porque es uno de los grandes mascarones de proa de esta reconciliación a través de la Verja.
Pero, ¿cómo hacerlo, cómo afrontar la construcción de una nueva terminal si GB Airways ha suspendido sus vuelos entre Gibraltar y Madrid por falta de uso en tanto que Iberia va a reducirlos por lo mismo? Esta última compañía ha intentado que Exteriores le busque una fórmula para mantenerlos, pero cualquier subvención es imposible a la luz de la Unión Europea. ¿Cualquier subvención? Todavía muchos recordamos cuando el aeropuerto de Jerez estuvo a punto del cierre si no fuese por el capote que, en su día, echó la Diputación de Cádiz a los vuelos con la capital del reino.