OPINIÓN

DISFRUTAR DE LA CIUDAD

Ni nosotros ni nuestros hijos viviremos otra conmemoración del Doce: aprovechemos esta

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Lo contaba ayer Yolanda Vallejo en su Hoja Roja y, en mi opinión, daba en el clavo. Esta celebración del Bicentenario no es la que nos vendieron. No tenemos el puente acabado, ni el castillo, ni vendrá José Tomás a torear, ni tantas y tantas cosas que nos contaron. Pero es la que tenemos y ya solo nos quedan dos opciones: farfullar y criticar o disfrutar lo que sí hay. Porque es evidente que la conmemoración del Doce no va a ser la segunda parte de la Expo'92 de Sevilla, pero sí que tiene atractivos suficientes para lanzarse a la calle durante estos días a disfrutar de la ciudad.

Desde el primer minuto en que se empezó a esbozar la conmemoración, ha habido dos serios problemas que han puesto multitud de piedras en el camino. El primero fue la falta de colaboración en las instituciones. En los últimos años hemos tenido un gobierno central, regional y provincial de color rojo, y uno local de color azul, lo cual ha complicado enormemente la coordinación de las acciones a llevar a cabo. En su momento, todos ellos firmaron una especie de pacto de no agresión, de lucha común en busca de lo mejor para todos. Pero duró lo que usted se imagina. Al fin y al cabo, para un político una celebración no es más que una foto en la que salir, y ninguno iba a dar un paso que permitiera que el de enfrente luciera a su costa.

El segundo gran problema, el más importante, ha sido el de la crisis. Probablemente, si la historia se hubiese escrito de otro modo, o la firma de la 'La Pepa' hubiese acontecido algunos años antes, en 1806 por ejemplo, los 200 años nos hubiesen venido mucho mejor. Nos hubiése cogido en plena época de vacas gordas, construyendo casas por doquier, inflando los precios y creyéndonos ricos. A buen seguro hubiésemos despilfarrado de lo lindo.

Sin embargo, en la actual coyuntura, con el cinturón tan apretadísimo y lo que te rondaré morena, los cuatro duros que nos han quedado dan para lo que dan. Ya digo, ni puentes acabados, ni castillos remodelados ni leches. Hay que conformarse con el Oratorio medianamente lucido y un programa de actividades sino espectacular, al menos decente.

Y como es lo que hay, vuelvo al inicio: disfrutémoslo. Disfrutémoslo porque no corren tiempos en los que haya ocasión de celebrar muchas cosas. Disfrutémoslo porque ni nosotros ni nuestros hijos van a tener oportunidad de hacerlo en el tricentenario. Disfrutémoslo porque por unos días tenemos la ocasión de ser uno de los centros de atención de España y buena parte de Iberoamérica. Esto último conlleva una responsabilidad. La de, entre todos, dar una buena imagen de la ciudad.

Y disfrutémoslo sobre todo por nosotros, por 'echar un rato' con algo más que el carnaval, la Semana Santa o el Cádiz CF. El espectáculo de Els Comediants promete, los museos lucen sus mejores galas, las plazas van a estar a tope con todo tipo de música -desde fados a rancheras-, hasta podemos subir al pirulí, visitar el galeón, curiosear el tren Al Andalus o asistir al sorteo de la Lotería.

Hay más citas de verdad interesantes, como el Cádiz Preview de la casa Aramburu, ofrendas florales, desfiles, zarzuelas, entregas de premios... multitud de opciones, en fin, que por unas horas nos darán 'vidilla'. Aquí, que habitualmente todo suele estar bastante muerto. Nos guste o no.

Allá por 1812 Cádiz era un hervidero de gente, de tertulias, de actividades mientras los franceses trataban de bombardearnos desde La Cabezuela. Así nos lo han contado desde hace años desde Galdós a Pérez-Reverte, pasando por Ramón Solís o Albert Camus. Estos días, aunque de forma ficticia, recupera algo de ese esplendor. Cerremos los ojos y disfrutémoslo.