La vida muerta
Actualizado: GuardarNos habían comunicado el interés de unos pastores en conocernos, a mi mujer y a mí, citándosenos en el asentamiento de Búsur, donde se reúnen, sin calendario ni ubicación precisos, los ganaderos nómadas del Ogadeen, en busca de concilio entre clanes. Con la intriga a cuestas, planificamos adentrarnos hasta allí en la siguiente visita a los campamentos pesqueros del norte, distantes unos cuatrocientos kilómetros de Mogadiscio, si bien Búsur, al responder a criterios nómadas se emplazaba al albur, casi siempre en una avenida de agua anhelada. En esos misérrimos pagos, todo es enigmático.
Se nos esperaba, pese a no haber concertado ni hora ni día, ¡Dios sabrá quién marca esos dictados!, para regalarnos un carnero recental, al que pusimos por nombre Búsur y no sacrificamos, dándole cobijo en nuestra casa-zoo. No se entendió el indulto. El interés que tenían por conocernos, se debía a que las mujeres de un clan yemenita nunca habían visto a especímenes de raza blanca. Se nos aproximaron con trémula cautela, con patente nerviosismo risueño, pidiendo permiso para tocarnos y tras hacerlo, salieron despavoridas, triscando como gacelas Stanley organizando el gori. ¡Creían que éramos muertos vivos!, al comparar nuestras demacradas pieles con las suyas, color de brillante caramelo.
Desde entonces, me he cuestionado con saña, muchas veces, qué alícuota parte de responsabilidad me corresponde como europeo del estado de postración educativa en el que se encuentran centenares de millones de seres maravillosos desposeídos de todo tipo de recursos para sobrevivir con dignidad salubre. Me sobrecoge, entre otros hitos nefandos, el que nuestra Europa apoltronada, sensualista, promoviera en su día una guerra colonial fratricida en esas inocentes tierras pastoriles.
No me interesa la Europa recaudadora de alcabalas. La Europa material, la de la econometría gélida y el desfase contable. Todo empeño colectivo tiene que rezumar esencias animadas, sensibilidad, pasión altruista y sacrificio razonado, creatividad y fantasía. La que propicia la obediencia de los administrados y la ejemplaridad de los administradores. Me cautiva, la Europa carolingia, la clásica, la del renacimiento sistemático, la aguerrida y solemne, la total, la experta en sufrimiento y abnegaciones, la magnánima. La que insemina Oriente en la Bahía de Cádiz, en los albores de la Civilización Occidental. La Europa de los ritos y los mitos. La del humanismo de Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro y Juan Luis Vives. La que siente y padece las tribulaciones de los otros, remando por los cauces de la vida viva, vívida y vivaz. La de la inmarcesible floración de la libertad creadora y justa. La culta Europa espiritual modélica.