Ajustar las cuentas
Actualizado: GuardarTodo el que hace un presupuesto se da cuenta, antes de terminar de hacerlo, que nunca debió comenzarlo. Lo más previsible es que falte dinero en el capítulo de imprevistos. Quizá por eso en este tambaleante momento sean más necesarios en el gran circo nacional los equilibristas que los payasos, pero sobre todo lo que hacen falta son contables. No es que hayamos tirado la Casa Real por la ventana, pero también hay que ajustar sus cuentas a pesar del riesgo que eso conlleva y se dispone a publicar en la web un desglose de todos sus gastos. Es sin duda una gran iniciativa. Si todos nos tenemos que apretar el cinturón no conviene que la Corona tenga holguras, no vaya a ser que se resbale por las sienes con la consiguiente dificultad para ver venir algunas cosas.
Nuestro Rey, al que Dios siga guardando por los años suficientes, se ha ganado su título a puro pulso y en España hay miles de juancarlistas por cada un monárquico. Lo que mi querido José María Pemán llamaba «el duro monosílabo de oro» supo atravesar tempestades y, lo que es más difícil, inciertas calmas. Ahora le habrá sido amargo apartar a su yerno menos ejemplar de la vida oficial. Está comprobado que el exdeportista la confundía con llevar la gran vida. Es curioso que la avaricia sea un pecado que sólo esté al alcance de los que tienen de sobra.
Los privilegios siempre hay que explicarlos y los reyes que van quedando en el mundo nunca pueden hacer lo que les dé la real gana. Un oficio terrible el suyo, que les exige ser «sublimes sin interrupción», cosa tan inhumana como ser perversos sin descanso. Demasiada gente está tirando con pólvora del Rey y a algunos les sale el tiro por la culata. De momento se sigue hundiendo la Bolsa mientras emerge nuestra prima de deuda, que ha vuelto a rebasar la cota de los 400 y retrocede que se las pela el euro, en su avance hacia la retaguardia. Está claro que no hay que fiarse ni de la familia.