CONFIANZA
Actualizado: GuardarLa raíz de todos nuestros males radica en la falta de confianza. Esa cualidad que cuando la atribuimos a las cosas nos da la garantía de acierto seguro, pero que cuando se la tildamos a la persona adquiere una connotación peyorativa, como si de cierto lelismo se tratase.
Debemos tener plena confianza en quién depositamos nuestros caudales más valiosos, la vida, la salud, la educación, la seguridad, la defensa de nuestros legítimos derechos.
Recientemente se han publicado los resultados de una encuesta que analiza el grado de confianza de la ciudadanía española. Ese «capital social» que los expertos consideran un elemento esencial para la consolidación de una verdadera cultura democrática. Se analizan 41 grupos o instituciones sociales. Los mejor valorados, y empatados a puntos con un notable, son los científicos y los médicos, y los que peor nota sacan, con un suspenso rotundo, son los partidos políticos y la clase política. La institución mejor valorada es la universidad y la peor los bancos. Las instituciones que nos protegen como la Policía, la Guardia Civil y las Fuerzas Armadas raspan el notable. En cambio los tribunales de Justicia, la administración en general y el Parlamento suspenden de forma clara.
No discrepo de los resultados, aunque en la encuesta no se expone la metodología utilizada como para poder suponer que los datos de la muestra utilizada son extrapolables a toda la población. Lo que sí es criticable es que un pilar fundamental de nuestra sociedad como es el personal docente y educador no haya sido valorado. Ese al que debemos en gran parte lo que somos, ese en el que nuestros padres confiaron para educarnos y en el que nosotros depositamos la responsabilidad compartida de educar a nuestros hijos. Esos que son puerta de entrada en el conocimiento y en la educación en valores. Sin lugar a dudas, en el caso de que hubiesen sido incluidos en la encuesta, su nota habría sido de las más altas.