EL MAESTRO LIENDRE

GRANDES MISTERIOS LOCALES

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Aparecerán de pronto. Están ahí. Listos para saltar. Planean el ataque hace meses, preparándose, alineados y ocultos en la discreta oscuridad de almacenes con techos de uralita. En polígonos industriales de luz amarillo albero, lejos de los ojos de la gente.

Saben que llega su momento. Viven para estos días que separan las vacaciones de lo posterior. En esa frontera nos pillan aturdidos, más empanados que una pavía, y les resulta fácil impactar. Como toda creación diabólica, provocan una mezcla de susto y atracción, de curiosidad y espanto. Nada más verlos, dudas entre probar o gritar. Menos mal que la inconstancia es su mayor enemigo y que, al contrario de lo que sucede con las probaturas homosexuales, difícilmente nadie pasa del primer paso. Con todo, cuánto daño hacen con ese encuentro único, con esa cita inesperada que se confunde con una relación larga y acaba por ser otro buen propósito incumplido.

Son los fascículos coleccionables. Brotan 'right now', entre el fin de agosto y el arranque de septiembre así que ojito, ojito. Están ahí, a punto de remedar a la niña de 'Poltergeist' y aparecerse en la tele para dejarte la cara hecha un mazacote de puro pánico. Luego, siempre se te escapa aquello de «pues en realidad estaría curioso tener todos los uniformes militares de los Madelman». Iluso. Solo reunirás voluntad para hacerte con el primero, el de Policía Montada del Canadá. Del resto, olvídate. Es abrirse la puerta del colegio del niño, que la criatura salga con el pelo como de una careta por el sudor, y a tomar por culo la colección. No volverás a acordarte hasta el año que viene, más o menos por estas fechas. «¿Nada más que recogí un uniforme de Madelman?». Gran mosqueo del quiosquero, al que le juraste, con la mano diestra puesta sobre una portada de Mónica Bellucci, que este año sí que terminabas los fascículos. «Por mi progenitora le digo yo a usted que este año no fallo una semana». Efectivamente, luego fallas 35. Consecutivas. Tampoco pasa nada. Los quiosqueros, como los taxistas, nacen mosqueados.

Pero este ritual de los fascículos, además de hacer de despertador gigante para recordarnos que el sueño terminó y amanece la rutina, podría ejercer una gran labor divulgativa siempre que revisara y ajustara sus contenidos a intereses reales de la población. Que atendiesen a los desvelos locales, latentes en el lector, para que pase a ser fiel coleccionista de una puñetera vez. En cada lugar debieran ser distintos, pegados al terreno. Por ejemplo, en Cádiz al fin aparecerán fascículos que abordan asuntos recientes, urgentes, de interés colectivo, con temáticas actuales, pegadas al calendario. Del terruño.

Con el final del verano aparecerán coleccionables como 'Edificios, Espacios y Solares Desaprovechados de la Ciudad sin Suelo'. Incluye fotos y gráficos con algunos de los 5.000 sitios muertos de risa de la ciudad que sonríe. El primer número lleva un desplegable espeluznante: 'La Plaza de Sevilla... ¿Existió?' y el obsequio de una calicha de la Aduana Nueva, de gran valor. Sentimental y del otro. La editorial tiene mucha fe en este coleccionable, sobre todo porque dedicará una entrega distinta a cada habitación de la residencia Tiempo Libre, por lo que se prolongará 4.822 semanas. También hay interesantes análisis sobre 'El Hospital del Futuro Muy, Muy Lejano' y 'El Olivillo, Yacimiento Arqueológico'.

También hay muchas expectativas alrededor de 'Grandes Enigmas de la Hostelería Gaditana'. Los mayores ufólogos tratarán de explicar cómo una ciudad que pretende ser turística (por hacer algo) se convierte en un agujero negro cada noche a las dos de la mañana. Una de las entregas más esperadas es 'Su camarero es un alien'. Desmenuza las claves de la legendaria crudeza de (no todos, claro) los trabajadores del sector, que se saben de paso por este planeta y hablan a los clientes con el rechazo propio de otra especie, mientras dan instrucciones ininteligibles para los humanos: «Sólo ponemos café de 13.58 a 14.32 horas. Si quieres mojito, jueves y martes de número impar pero alternos. Se sirve usted solo en la mesa tras memorizar el planillo de descansos de la plantilla del local». También destaca un estudio sobre los pérfidos empresarios (algunos) que se quejan mucho, pagan mal y, en muchos casos, hasta recogen lo que siembran. El número uno viene cargado de regalos. El primero es un reloj Casio programado para avisarte con una alarma de cuando no puedes ya pedir café, cuando no puedes ya pedir de comer y cuando tienes ya que irte del local. Se lleva todo el día sonando. El segundo es una gorra de Policía Local para jugar con los niños a «Vamos a ir recogiendo». El tercero, un taxi en miniatura, el único que encontrarás para volver a casa si decides salir.

La última gran apuesta por entregas de este septiembre localino es 'Cosas que Hacer en Cádiz en Verano cuando está Muerta'. Esta iniciativa, dedicada a la programación cultural y de ocio de la ciudad, es la más original puesto que las 24 páginas de los 36 fascículos vienen en blanco. Eso sí, cada entrega viene con pegatinas de conciertos, de pago o de válvula, mercadillos, barbacoas playeras, citas de sol a sol, flamenco en balcones, vía crucis de esos, fiestas temáticas, locales que ofrecen actuaciones y festivales aéreos entre otras opciones. Cada cual debe pegarlas en el orden de preferencia que considere. Si te gustan Andy&Lucas, un poner, pues la foto la pones al principio, y así.

En las pruebas previas y secretas con consumidores -lugareños y visitantes- que han hecho los editores, han comprobado con asombro que la mitad de los coleccionistas-cobaya deja las 300 primeras páginas en blanco. La otra mitad de los consultados las llena con todo tipo de imágenes amontonadas, al pelú. Mientras deciden, suelen discutir a gritos: «Pues por lo menos se hace algo, y la calle está llena, so derrotista, cultureta», dicen unos. «Todo eso es una cutrez para angangos, so capillita, casposo», argumenta frecuentemente el otro sector. Ahora, podrá usted mismo hacer su propia selección de cosas que hacer en verano. En el que viene. En esta última colección, el regalo del número uno es un cirio de coña que, por más que le des con un mechero, no se enciende. Pero tiene otras aplicaciones.