EL ASTRÓLOGO QUE NO VATICINÓ SU DETENCIÓN
Actualizado: GuardarYa no podemos creer en nada. Ni en la astrología. Desconfiad de los horóscopos: los pitonisos de Chiclana, ¿recuerdan?, encubrían a una red de secuestradores y chantajistas. Y el presunto yihadista al que detuvieron esta semana en La Línea se ofrecía como adivino profesional, a través de folletos o del boca a boca. Sin embargo, Abdelatif Aoulab Chiba dejaba mucho que desear como apóstol de la guerra santa ya que fue capturado in fraganti por la Guardia Civil, en una operación dirigida desde Madrid, por saturar de mensajes radicales la web de la que era administrador general. Tampoco era un consumado artista del vaticinio: de hecho, ni siquiera pudo presagiar que la Benemérita iba a irrumpir a saco, a las seis de la mañana, en la vivienda que compartía en la calle Pedreras con un compatriota suyo, Mohamed Franco.
En aquella casa, próxima a la barriada linense de Los Junquillos, se le incautaron una pistola y un Corán (sic), aunque la nota oficial de la detención no diera a entender si el arma de fuego era equiparable al libro sagrado de los musulmanes. También se dijo que había explosivos, pero no es cierto: al menos, los perros no detectaron nada como tampoco pudieron hallar ningún rastro de dicho material los especialistas de la Guardia Civil en detección Nuclear, Radiológica, Biológica y Química (NRBQ, para entendernos).
Todos los indicios apuntan a que la captura de este individuo se relaciona con una redada que se lleva a cabo a escala internacional en el entorno de una de las franquicias de la organización del finado Bin Laden y que, en el norte de Africa, lleva el nombre de Al Qaeda del Magreb Islámico, en un perímetro que lleva desde Argelia hasta Mali, pasando por Mauritania o por Marruecos, donde se le encasquetó la autoría del terrible atentado de la Jemaa El Fna, aunque sus portavoces oficiosos lo negaran.
Al-Qaida del Magreb surgió a partir del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, nacido al calor de la guerra civil argelina, tan real como nunca declarada. El yihadismo, desde los años 90, se convirtió en un secreto a voces que corría por las mezquitas clandestinas, también en España, donde el miedo y la ignorancia del vecindario impedían con frecuencia construir mezquitas legales, cuyos imames al menos podrían haber sido controlados en cierta forma por los financiadores de dichos templos. Ahora, ya ni siquiera hacen falta mezquitas para extender el odio a los infieles: sin embargo, como ocurriera en el pasado, habría que tener cuidado sobre las imputaciones finales que pesarán sobre el futurólogo marroquí, ya que de no demostrarse otros supuestos, todo podría quedar reducido a un delito de apología del terrorismo y estancia irregular en España, ya que todos los indicios apuntan hacia ello si se tiene en cuenta que no hace mucho fue expulsado de Jordania al encontrarse vinculado con organizaciones islamistas radicales, aunque entonces no pudieran probarse otras imputaciones contra él.
Tanto la Fiscalía como el juzgado de Instrucción número 3 que entiende sobre el caso estudia los contenidos del foro yihadista que administraba y a través del cual se procedía a la difusión pública de comunicados y productos mediáticos elaborados por las principales organizaciones terroristas islámicas y sus líderes. Las sospechas apuntan a que pudiera tratarse de un instrumento para el reclutamiento y captación de nuevos muyaidines, así como al adoctrinamiento y formación terrorista, «mediante la difusión de manuales sobre diversas materias relacionadas con esa actividad delictiva y a alentar la perpetración de delitos deterrorismo».
Convendría tener cuidado con estas detenciones, porque no es la primera vez que suponen un fiasco. Ya en su día un argelino detenido en Cádiz bajo sospecha de pertenecer a una de estas organizaciones fue liberado años más tarde, sin que hubiera podido sustanciarse ninguna acusación en su contra. Es más, incluso las autoridades reconocieron que se había tratado de un mayúsculo error cuyo coste nunca podría serle pagado.
Casi diez años después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, la madeja terrorista que usa en vano el nombre del Islam sigue siendo una ilustre desconocida por más que cada vez se conozcan más detalles de su funcionamiento. La zona del Estrecho y del Golfo de Cádiz, con bases como Rota, Gibraltar y las plazas españolas de Melilla y de Ceuta, en cuyos aledaños también se han conocido brotes yihadistas, suponen un objetivo claro para este tipo de organizaciones, por lo que cualquier refuerzo en su seguridad y en la de su entorno no resultaría baladí, sobre todo en fechas como esta. Pero sin exagerar ni detener al primero que diga que Alá es grande y que Mahoma es su profeta.