Entonces y ahora
Actualizado: GuardarEn mayo de 1911 más de cinco mil gaditanos unían sus voces en el Parque Genovés para pedir al gobierno de la Nación que no trasladase los fastos conmemorativos del primer centenario de La Constitución a la capital del reino, pero sobre todo se reunían para solicitar a los que gobernaban desde Madrid la concesión del crédito preciso para hacer frente a los gastos de la celebración. Hoy, y después de un siglo, nos encontramos ante la misma y desafortunada situación. La ciudadanía ve, entonces y ahora, en el Bicentenario una posibilidad para salir de la crisis. Si hace más de un siglo la pérdida de las últimas colonias supuso un mazazo económico y emocional para Cádiz, al igual que para el conjunto del país, ahora una bahía expectante ante tanta inversión en industria y capital humano ansía que de una reverenda vez el fantasma de la deslocalización se aleje, y que de una vez por todas seamos un polo de atracción industrial, turístico o de lo que se encarte con tal de que genere riquezas. Ahora ciertas mentes preclaras vinculadas, algunas de ellas incluso contractualmente, al bicentenario no dudan en denunciar su descontento, e incluso no falta quienes aclaren cuál es su ámbito de actuación y cuáles sus responsabilidades, resulta evidente: a escasos ocho meses y ante el cada vez más improbable posicionamiento internacional de Cádiz y su bahía, cada cual arrima el ascua a su sardina. Hace cien años el llamado «año de la Constitución» dejaba importantes mejoras urbanísticas para la ciudad como la del muelle Reina Victoria o la del Paseo de Canalejas. Ahora, a sabiendas de que no se alcanzaran las expectativas iníciales y que las grandes exposiciones se caen de cartel, no es momento de desfallecer: siempre se podrá reinventar la enésima edición del mercado doceañista.