opinión

El 'partidarcado' español

La partitocracia no quiere ciudadanos, sino partidarios; y hasta ahora les ha ido muy bien

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Uno de los argumentos más repetidos ahora contra el 15M es menospreciar el movimiento porque ‘no tiene representación democrática’. Algunos incluso les reclaman que se conviertan en partido. Y aún planteado de buena fe, esto supone una desastrosa claudicación de la sociedad ante la partitocracia, ya que conlleva este axioma: ‘o eres partido o no puedes tener voz política’. Este es el fondo del problema, y hunde sus raíces en la debilidad de la cultura democrática en España: aquí no se cree en la sociedad civil, y se desconfía de que tenga el menor protagonismo en política, porque en definitiva ésta es el coto cerrado de los partidos. De esos polvos acaban surgiendo los lodos cotidianos de la partitocracia invadiendo todo el espacio público –justicia, cultura, sistema financiero o cualquier otro– como parte del coto. Por eso el filósofo E. Lledó considera la partitocracia como pandemia.

Un principio elemental de la democracia, tan obvio que resulta una perogrullada, es representar a la sociedad, ‘el buen pueblo’ como decían los virginianos en 1776. La partitocracia va exactamente en dirección contraria. Y una vez cortocircuitada la soberanía popular por la oligarquía de los aparatos, no tardan en oxidárseles las antenas con las que deberían captar las señales de la calle. Así las cosas, la calle se hace oír con el eco masivo de las manifestaciones: víctimas de ETA, antibelicistas, Iglesia Católica, abertzales, Pro-vida, los familiares de chicas asesinadas con miles de firmas por la cadena perpetua, o ahora el 15M. Y todos deben ser escuchados. Pero cuando se cuestiona no son sus argumentos sino el hecho mismo de que aspiren a hacerse oír, algo está seriamente averiado en la cultura democrática. Exigir al 15M que se convierta en partido va por ahí.

La idea es además una trampa, porque este movimiento no es vertical sino una suma horizontal de descontentos: jóvenes en paro, okupas, softwarelibristas, ecologistas, anarcoalgo, policabreados... No es una organización. La única inercia colectiva es demandar voluntad de cambios en un sistema que ha dado muestras de resistirse a cambiar. Y esto no se arregla creando más partidos, sino oyendo más a la sociedad. Pero la oligarquía de los aparatos parece poco dispuesta a oír; más bien andan calibrando cuánto deben preocuparse o cuánto pueden beneficiarse del 15M. Eso es todo. Solo cálculos electorales. Nada raro en un país con tanta tendencia al ‘partidarcado’, según la expresión del politólogo Michael Coppedge, donde los partidos se hacen depositarios de toda expresión de poder. En definitiva la partitocracia no quiere ciudadanos, sino partidarios; y hasta ahora les ha ido muy bien. Por eso les incomoda tanto este fenómeno.