opinión

Las codornices muertas

No es por falta de motivos sociológicos o políticos para reír, sino por el ‘malhumorismo español’

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El humor es una escuela de tolerancia. Eso forma parte del prestigio de la risa. Por eso aún se celebra hoy con reediciones la efeméride del primer número de ‘La Codorniz’ hace 70 años, en el paisaje desolado de la posguerra, bajo la represión de la dictadura. Y no es raro que se conmemore con cierta melancolía, porque uno de los síntomas decepcionantes de la España actual es el vacío de humor. La sonrisa desopilante se ha refugiado en algunas viñetas o las columnas del maestro Alcántara, con el legado del viejo Camba o de Ramón. Pero incluso los escritores de vieja gracia ahora se parapetan en las barricadas mediáticas ultramontanas a destilar mala leche envenenada, versión fallida de la terapia de Cleopatra. Nos reímos poco y seguramente mal. No es por falta de motivos sociológicos o políticos para reír, sino por el ‘malhumorismo español’.

‘La Codorniz’ navegó por la dictadura, a veces entre multas y suspensiones, con sus portadas legendarias sin publicar y sus secciones de La Cárcel de Papel, ¿Está Vd. seguro?, Crítica de la Vida.... Mihura y Laiglesia venían de hacer ‘La Ametralladora’ en la guerra; y ya se atrincheraban en el humor frente a la realidad. En definitiva, el humor no es solo un instinto, sino una respuesta civilizada ante la desesperación. No es poco. Entre los garrotazos goyescos y la ironía está el recorrido del ‘neandertal’ al ‘homo sapiens’. Y con el humor fluye la libertad de pensamiento contra los estereotipos de la moral o las ideas. Esa es la escuela de ‘La Codorniz’: tolerancia frente a la intransigencia del ‘malhumorismo’. Lejos de ‘Gutiérrez’, ‘Hermano Lobo’, ‘Por favor’, de todas las ‘cordonices’ hasta ‘El jueves’ ya muy tocado... el humor en España parece más en decadencia. Mal síntoma.

Lope de Vega habló de «la ira del español sentado». Es una síntesis vitriólica de un país acostumbrado al exabrupto sin rebelarse, a la resignación enrabietada, a hacer poco rajando mucho. La ira representa la respuesta contraria al humor, que es, según la doctrina nietzscheana, una facultad elevada de la inteligencia. Desde luego ese humor no es el chiste avinagrado, con retórica destripaterrones, sino el ingenio capaz de sacudir el pensamiento; en definitiva, una lógica de filo sutil frente el golpe bárbaro de la humorada de sal gorda. Ya entonces Mihura se lamentaba del mal humor español lleno de chascarrillos baturrones, chistes andaluces, mal gusto e insolencias políticas. Aquí llamar ‘cabrón’ a un presidente o zaherir a su familia se considera divertido. Por eso setenta años después se reeditan páginas de ‘La Codorniz’, con un humor bienhumorado e inteligente cada vez más inhabitual aquí, donde «las risas –parafraseando aquello de Macbeth– son como puñales».