Este mundo, mi mundo
El premio Nobel de la paz Barack Obama recibe al dirigente chino que tiene en prisión al último premio Nobel de la Paz
Actualizado: GuardarNo entiendo mi mundo, aunque debería ser más preciso y escribir que no entiendo bien las cosas que me rodean y me importan. Muchas de las que me importan están lejos, pero en eso diría como el cursi, que soy de muchos sitios a la vez o que Terencio tiene razón cuando dice que nada de lo humano me es ajeno. Una de las cosas más extrañas que pueden suceder a un periodista que trabaja en la radio es reconocer que no entiende bien lo que cuenta. Trabajamos con una materia que desaparece en un es no es; no hay tiempo para modelarla cuando ya ha cambiado, y, por si fuera poco, esa materia a la que, con mucho esfuerzo vamos a llamarle noticia, no hace otra cosa que variar justo en el tiempo en que uno la está contando.
Algunas son creíbles porque se las escuchan a tal o cual persona, y otras no. Ese no es el problema. El problema es cuando el que las da, escribe o lee no se las cree. Y, lo que es peor, no tiene respuesta para explicarlas. Rebobino y me encuentro frente a la televisión un 20 de enero de 2009. Estoy con compañeros que me ayudan en la radio a retransmitir la toma posesión de Obama. Su discurso es impecable, qué digo impecable: imprescindible. Su defensa de la democracia, de los derechos humanos; su apuesta por la tolerancia, la diferencia, la justicia; su promesa de buscar la verdad y el compromiso de ser un faro que iluminará cualquier parte del mundo donde falte la luz hizo que no pudiera contener la emoción y rompiera a llorar. Si, eso me paso y no veo nada malo en contarlo. No sé si recuerdan como empezó: «Me presento aquí hoy humildemente consciente de la tarea que nos aguarda, agradecido por la confianza que habéis depositado en mí, conocedor de los sacrificios que hicieron nuestros antepasados». En una mezcla extraña de entusiasmo y decepción he vuelto a leerlo: «Ya sé que hay quienes ponen en duda la dimensión de mis ambiciones. Tienen mala memoria. Porque se han olvidado de lo que ya ha hecho este país; de lo que los hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une a un propósito común y la necesidad al valor».
En la unión de la necesidad y el valor me quedo cuando veía ayer la sonrisa que en la Casa Blanca Obama le dedicaba al presidente de China Hu Jintao. Y pensé, ¿cómo cuento yo esto a mis oyentes? Unos minutos después encontré la manera: el premio Nobel de la Paz Barack Obama recibe en la Casa Blanca al dirigente chino que tiene en prisión al último premio Nobel de la Paz. Probablemente se pueda redactar mejor, pero, miren ustedes, no tengo ganas. Creo que se entiende bien. Tan bien que maldita sea la hora en que las cosas que uno no imagina se entienden con tanta facilidad.