Sí o sí... Pues va a ser que no
ABOGADO Actualizado: GuardarSolo dos días después de que el Presidente del Gobierno buscase el apoyo de los grandes empresarios, incluido Paul Volker, premio Nobel y asesor de Reagan y Obama, defendiendo a ultranza las reformas, «con o sin consenso», nos enteramos de la posible marcha atrás de la reforma laboral. También dos días antes, sólo dos, decía que «hay algo peor que la ausencia de consensos amplios para fraguar y aplicar las reformas, que es la ausencia de reformas. Y como esto sería lo peor, no va a ocurrir». Lo decía ZP en la misiva enviada a los sindicatos, que no aceptaban la decisión del Gobierno de retrasar la edad de jubilación a los 67 años. Volvemos pues a las andadas como país. Así lo decía precisamente dos días después también el gobernador del Banco de España, cuando aludía a que «lo peor que se puede hacer es decir que ahora hacemos esto y después lo otro, porque entonces sí que nos castigan los mercados, atacando la solvencia de la deuda española». MAFO explicitaba de esta forma que el mayor ataque que se puede hacer en estos momentos a la imagen internacional de la economía española era mostrarse dubitativo a la hora de anunciar y poner en marcha las reformas económicas que de forma urgente precisa España.
El Ejecutivo ha puesto en conocimiento de los sindicatos el borrador de proyecto de reglamento de los procedimientos de regulación de empleo de carácter colectivo. De forma sintética y como aproximación al mismo, se confirmaría de llevarse a cabo, la marcha atrás al intento de flexibilizar el mercado de trabajo, base de la reforma iniciada el pasado año con la promulgación primero del Real Decreto Ley 10/2010 y posteriormente de la Ley 35/2010. Nos encontramos con un proyecto de reglamento que desvirtúa el espíritu de reforma del artículo 51 del Estatuto de los Trabajadores. Frente al deseo expresado de forma clara en las normas aprobadas recientemente sobre dicha figura, ahora nos encontramos con la posibilidad de que se apruebe otra que la desarrolle, que abunda en la intervención administrativa y dificulta con toda una serie de cortapisas de carácter formal, las decisiones empresariales y que en síntesis desvirtúa aquella que reglamenta.
Si el texto de la Ley 35/2010, en lo referente a las modificaciones introducidas en los artículos 51 y 52 del Estatuto de los Trabajadores, fue calificado por muchos como una reforma a medias, que no suponía el punto de inflexión que precisaba la economía española para resolver los problemas estructurales de desempleo que le acompañan a lo largo de su historia, ahora se pretende volver al escenario existente antes de la promulgación del Real Decreto Ley 10/2010.
En aquel entonces, CiU enmendó la tramitación parlamentaria en el Senado, aduciendo la conveniencia de quitar una coma y añadir un punto y coma. Las cosas a medias nunca son buenas. Por eso el punto y coma, era solo parte de la folclórica intervención del senador catalán, aduciendo que ni puntos, ni comas, sino punto y coma. Sabiendo, como sabemos todos, que el futuro se proyecta a partir del punto y aparte, no con el punto y coma. Pues bien, parece ser que la pretensión del Gobierno es la vuelta al pasado. Nada de medias tintas con punto y seguido, comas y puntos y comas. Lo del punto y aparte, se queda pues en mero espejismo, imposible de plasmar en una más que atiborrada legislación española, que solo admite más de lo mismo, para que las cosas se queden como siempre y nada cambie.
En su día, los sindicatos criticaron abiertamente el atrevimiento del Gobierno de plantear y plasmar una reforma laboral «totalmente dirigida por los mercados». El planteamiento de reforma laboral, una vez más, se lleva a cabo cuando el desastre es palpable y la capacidad de maniobra se ha agotado y por supuesto desde el enfrentamiento político, con alguna que otra dosis de ideología y una muy grande de demagogia. Por eso, nuestro ineficaz y poco eficiente mercado de trabajo se asienta en principios e instituciones jurídicas, impregnadas de un alto contenido intuitivo, pero desconectado de la realidad actual.
El debate solo tiene un camino, hacer eficiente el mercado de trabajo. Para ello hay que considerar a todos los efectos el mercado, valga la redundancia, porque el trabajo, visto desde el lado de la oferta, no es sino un factor más de la producción. El inmovilismo, que es a donde nos lleva otra vez el texto del proyecto de Decreto que reglamentará la reforma en su día emprendida, es lo que imposibilita que la tasa natural de desempleo, se acerque al llamado desempleo friccional en torno al 5% y que en las economías desarrolladas se asimila al pleno empleo. Legislar sobre el despido, es hacerlo sobre los salarios diferidos y a fin de cuentas, los salarios ampliamente considerados, son determinantes del equilibrio buscado de forma incesante por el mercado.
Cuando se habla del anómalo funcionamiento del mercado de trabajo en España se alude a muchas cosas, no sólo a la mecánica existente para la desvinculación de las empresas de los trabajadores. Después de tres años de crisis, se ha procedido al inicio del ajuste de los costes laborales. Mientras que de forma incesante el PIB español se contraía, los costes laborales seguían derroteros que no eran precisamente los que imponía la coyuntura económica del momento. El último trimestre del año ha experimentado una reducción de los costes laborales que asciende al 0,3%, sobre todo debido a la reducción de los costes de los despidos. Ello ha significado una presión a la baja del coste soportado por los empresarios consecuencia de los distintos mecanismos existentes para proceder al cese en el trabajo.
Curiosamente, en plena crisis, año 2008, los costes habían aumentado hasta el 10,4% sobre los existentes en el año 2006. Existía entonces en nuestra contra un diferencial de costes en relación con la media europea del 3,1% en el período considerado. Con la medida tomada por la Ley 35/2010, España recuperaría parte de la desventaja competitiva que los costes soportados por las empresas han sufrido frente al resto de países europeos.
Parte del milagro alemán actual, consistió sin dudas en la contención del coste salarial desde los albores de la crisis, lo que ha permitido a esta economía la creación de empleo en cuanto las condiciones económicas se han tornado favorables.
Ahora, con la marcha atrás en la reforma, las cosas volverán por sus fueros, como antaño. Nada de «sí o sí».