COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

OUTLET CÁDIZ

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Hemos empezado el año con descuentos, lo que no supone una novedad en el ciclo natural del mundo este que nos ha tocado vivir, donde lo normal ya no es nacer, crecer, reproducirse y morir, sino que saltándonos los capítulos centrales vamos de la cuna a la caja a una velocidad de vértigo. Lo que nace, ya nace con la fecha de caducidad en la tapa, sean proyectos, modas, contratos laborales, edificios, bicentenarios, y hasta el material humano del que se van formando las ciudades. La nuestra, ya lo saben, lleva aplicando descuentos a la población más de dos décadas. Descuentos que no solo afectan a los productos de nueva temporada -cada vez nacen menos niños- sino que también inciden en esa parte de la pirámide por la que se supone que se mantiene el equilibrio. No. No hay niños, ni jóvenes, quizá por ello los descuentos en ocio y tiempo libre, en educación y cultura son los más suculentos.

Una ciudad outlet, es lo que tenemos. Con productos de temporadas pasadas, con saldos y hasta con taras, pretendemos sacar a flote el Titanic. No somos una ciudad con pasado, somos el Pasado con mayúsculas, para qué vamos a engañarnos, antigua y vieja. Una ciudad diseñada como un macrogeriátrico donde las actividades para mayores se multiplican de forma natural, porque los jóvenes y los niños fueron -como en las películas- los primeros en abandonar el barco. Queda, eso sí, una orquesta tocando en la cubierta. Una orquesta que hasta mayo estará ensayando sus cantos de sirenas y que luego tirará por la borda todas las partituras cuando las cuentas no cuadren en el recuento de votos. Y entonces empezarán las rebajas, otra vez.