Compraventa de ayuntamientos
Es el motivo del PP para dinamitar el Pacto: a nadie le sale el transfuguismo tan rentable como a ellos
Actualizado: GuardarLos grandes partidos han sabido estar a la altura de su prestigio antes de arrancar la última hoja del calendario. Y desde luego le han hecho justicia a 2010. Rematar el año salvando un buen acuerdo contra el transfuguismo, devolviéndole a ese pacto sus mimbres fundacionales de ética pública para evitar la compraventa de ayuntamientos, hubiera resultado muy desconcertante después de doce meses implacables entre deslealtades y maquinaciones maniobreras. Así, en cambio, todo parece perfectamente coherente: los dos grandes partidos, ante el reto de sellar un buen entendimiento, han sellado un buen enfrentamiento. Realmente esos dirigentes han hecho honor a su prestigio registrado por el CIS: la sociedad les considera un verdadero problema, la mayor causa de malestar sólo después del paro y la crisis, ya encabalgados entre los jinetes del apocalipsis de la desesperanza colectiva.
Sostiene el PP que el Pacto Antitransfuguismo «es papel mojado». Es la especialidad de la casa: en lugar de responsabilizarse de dinamitarlo, utilizar ese lenitivo retórico impersonal. Pero el Pacto es papel mojado precisamente porque el PP suma hasta diecisiete alcaldías ganadas en esta legislatura mediante componendas en el mercado persa de los ayuntamientos, secundado por el PSOE con otras doce; aunque el coste del transfuguismo es mucho más alto para los socialistas, desposeídos de veinticuatro ayuntamientos por solo siete del PP. Ese es el motivo del PP para dinamitar el Pacto: a ellos el transfuguismo les sale más rentable que a nadie. Benidorm sólo es la coartada; en definitiva un caso más entre medio centenar. Pero finalmente lo que anima a Génova es la certeza, ya aquilatada, de no exponerse a sufrir el castigo del electorado. La corrupción no pasa factura en España -'Gürtel' solo es la última evidencia- y el transfuguismo es una forma más de corrupción asimilada por una sociedad cuyos valores de ética pública parecen cada vez más necrosados.
El fracaso de este pacto, una vez que el PP ha rechazado la propuesta de hacer tabla rasa renunciando todos a todos los tránsfugas, retrata de nuevo a un país donde el consenso es una noción averiada en la cultura política. No hay ningún motivo para esperar que causas mayores como la Educación o las reformas institucionales del sistema vayan a cuajar; salvo por intereses tácticos como al firmar el Pacto Antitransfuguismo de 1998, con Rajoy de anfitrión, hasta sentenciarlo como 'papel mojado'. En España solo el rey se cree lo del consenso, pero él no se presenta a las elecciones. Para los demás, la táctica electoral manda. Y 2010 termina bajo esa lógica feroz. No se les puede reprochar su falta de coherencia; aunque sí casi todo lo demás.