EL PERFIL

PABLO ANTÓN SOLÉ

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

De manera lenta, con el fin de asegurar sus pasos, y de forma silenciosa, para no despertar recelos, Pablo ha recorrido el largo y ascendente camino que le llevaría a ejercer el ministerio sacerdotal, haciéndolo compatible con sus otras irrenunciables vocaciones: la de investigador científico y la de profesor universitario. Sus trabajos sobre la historia de la Iglesia Diocesana, sus clases sobre Historia del Arte, sus tareas como bibliotecario y archivero, y sus oficios como párroco y como canónigo de la Catedral han constituido piezas complementarias de ese modelo personal que, desde su juventud, él mismo diseñó como ideal de su servicio a Jesús, a la Iglesia y a la sociedad.

A pesar de sus limitaciones físicas, este hombre -paciente y constante-, nos ha ofrecido, durante medio siglo, un estimulante ejemplo de compromiso intelectual y eclesial. Dotado de una notable capacidad analítica y de una sorprendente habilidad de penetración, Pablo es un estudioso que disfruta leyendo textos con la ilusión renovada de identificar los secretos más íntimos de sus misteriosas entrañas, para captar sus resonancias y desvelar los múltiples mensajes que encierran para quienes somos deudores de nuestros antepasados más insignes. Es un crítico cauteloso que, gracias al caudal de erudición que almacena y, sobre todo, al compromiso que, como sacerdote y como intelectual que ha contraído con los fieles y con su profesión. Y es que él concibe la Historia como una peculiar filosofía de la vida cuya función es averiguar los secretos íntimos velados por el olvido o por la incuria de quienes sólo repiten fórmulas estereotipadas. Por eso él cuestiona la crítica frívola, banal, anecdótica y ligera, y ensancha el ámbito de la hermenéutica poniendo a prueba los datos para hacerles decir todo lo que llevan dentro.

Sus trabajos minuciosos nos ayudan a sentir la realidad, a desentrañar sus misterios, a descubrir esos otros tiempos que, aunque ya pasados, siguen siendo aleccionadores debido a su profundidad humana, esos pasajes que siguen siendo válidos porque reproducen, explican o contradicen nuestro mundo actual. Si, con su meticulosa habilidad, él es capaz de identificar esa delgada línea que separa la realidad de la fantasía, sin petulancia y sin teatralidad, con sus actitudes y con sus comportamientos nos evidencian una insobornable personalidad humana y una conciencia científica que le impiden vulnerar sus principios cristianos y transgredir las normas éticas.