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Cuando veo esos morritos...

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No es fácil eludir el suceso político de la semana, la remodelación del Gobierno de Zapatero. Una noticia que devuelve, al menos momentáneamente, el interés ciudadano por la política. Un nuevo Gobierno que ha sido recibido favorablemente por los potenciales votantes de izquierda y reconocido como mejor equipo, sotto voce, por el centro derecha. Un cambio que obligará a éste a dejar de estar de perfil y tener que explicitar su programa de gobierno.

Sin embargo, el exabrupto del alcalde de Valladolid ha devuelto al ruedo nacional el esperpento de la España negra, la del insulto soez y machista. Está envalentonado porque ha sido aplaudido en anteriores salidas de tono por una parroquia entusiasta, formada, sin duda, por unos tipos que además de ciudadanos son hijos, padres o hermanos de otras mujeres. La elegancia con que no le ha respondido la aludida el día en que ha sido elevada a la condición de ministra, la honra y dignifica como persona y como gestora de lo público.

Pero el que ella no responda a tan burda provocación no debe minimizar este comportamiento indigno en boca de un representante de tantos ciudadanos que le han votado. Si es suficiente con una burda y tardía disculpa y, por tanto, sale gratis, otros se animarán quizás a imitarlo. Y si se ejerce esta violencia en el ámbito público, ¿por qué no imitarla en lo privado?, ¿por qué no hablarle de los morritos a la vecina en el ascensor y, ya puestos, a la secretaria en la oficina o la fábrica, o, por ejemplo, a la mujer que va a hacerse una revisión ginecológica a la clínica del señor Alcalde?

Pero lo que más ofende son los puntos suspensivos, el que el chistoso no haya continuado con la frase, nos haya dejado en la sospecha o especulación de lo que siempre piensa o siente «cada vez que ve esa cara y esos morritos», porque «no lo voy a decir». ¡Dígalo, no se corte!, que seguro que a la sorda parroquia tertuliana que le ríe las gracias, le encantará cualquier nuevo chiste tabernario que se le ocurra.

Intento no ponerme a su nivel por educación y respeto a un cargo al que usted no honra. Tan sólo diré que su lenguaje soez suena a algo que viene de lejos, de esa España castiza que no acaba de morir, la de la hipocresía y la pornografía, la de los tipos acomplejados y temerosos frente a la libertad de las mujeres, al sustrato machista donde se crecen los maltratadores y en definitiva, a la ideología que impregna la extrema derecha.

Si le he ofendido lo siento y ya está. Aunque por quien de verdad lo siento es por las mujeres de su partido, por la vergüenza de tener que callar lo que piensan de usted por disciplina de partido.