EL MAESTRO LIENDRE

CLASES DE MORAL

El irreversible declive de una de las tiendas más antiguas del centro coincide con la de la tradición que anunciaba: el Trofeo Carranza

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Entiendo que a muchos les pueda parecer un episodio triste que marca la pequeña historia una ciudad chica, pero otros tenemos derecho a quedar impasibles ante el adiós del céntrico y casi centenario negocio de confección Moral. Los melancólicos recalcitrantes dirán que se trata de un comercio de siempre, que tiene 95 años y que se lleva un trozo de la memoria cotidiana de Cádiz. Así será, para otros. En cambio, muchos nunca entramos en esa tienda, entendemos que se van unos puestos de trabajo pero se crearán otros con la firma que llega y que ese mismo inmueble será ocupado por otras estanterías. Que sea franquiciada o que tenga capital internacional poco importa puesto que Moral tampoco daba la impresión de tener vocación samaritana con su entorno más próximo. Ni se le podía pedir. Era un negocio.

Pasa una etapa, cierran unas tiendas y abren otras. Los que jugamos en Los Sorianos o en Simago podemos bromear y exagerar la melancolía que provocan nuestros recuerdos de consumidores en aquellos almacenes, pero no es el caso de la esquina de San Francisco y Columela. Allí, no tengo ninguno. Siempre me pareció una tienda para gente bien. Así que sean ellos los que la añoren. Esa impresión se ha reforzado en los últimos días con las palabras de uno de sus dueños o responsables que -no es un desliz, porque lo ha repetido- asegura que «ya no existe esa clase media» que al parecer formaba la distinguida clientela de tal negocio.

Las dos veces que he leído la frase me ha parecido entender que ya no hay público cualificado, que no se hizo la vieja miel para la boca de los nuevos burros. Pues va a ser que sí. Los clientes han cambiado y, ellos, no. La ropa se ha democratizado como casi todo y los productos, de una calidad media, suficiente, se venden ahora en otros sitos, a otros precios, para otros consumidores. Es la globalización que vamos a pagar, todos, bien cara. Si los que dirigen esa tienda se refieren a que ha muerto el señorío, sólo se puede añadir que en paz descanse, que no vuelva, que está bien criando malvas.

Trofeo de carbón

La costumbre que se asociaba a sus escaparates, aprovechemos el viaje, también puede cerrar con Moral.

El Trofeo Carranza que cada verano se anunciaba como un símbolo en sus iluminadas cristaleras también se marchita. Por más recuerdos hermosos que nos haya dado, por más noches de fútbol, paseo y playa que disfrutáramos, también ha caducado. Por más que nos gustara o alegrase, ha pasado. No va a volver. El fútbol, su presunta y primera razón de ser, ha cambiado y querer aferrarse tendría el mismo sentido que mantener abiertas las carbonerías por pura pena, porque a los que las conocieron con actividad les recordarían a su niñez.

Moral es una tienda que no me trae ningún recuerdo de ningún Cádiz añorable ni adorable, aunque cada cual tiene el suyo. Y el ex trofeo de los trofeos, que sí me llena la memoria de grandes ratos, ya no es nada. Ni es cierre del verano (lo adelantaron), ni la infrecuente ocasión de ver fútbol de élite (la televisión mató esa ilusión), ni la presentación del nuevo Cádiz (casi nadie pretende conocerlo), ni un evento social del estío local (las barbacoas son una noche más para cada vez más gente). No nos dejemos cegar.

No todo lo antiguo merece ser llorado, ensalzado, ni conservado.