EL MAESTRO LIENDRE

EL 'DRAMITA' DEL PARO

Los números y las tragedias personales son los peores que hemos conocido pero encontramos coartada para ignorarlos y actuar como si nada

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Cada tragedia tiene sus revisionistas o sus negacionistas. Desde el mayor atentado de la historia a Casas Viejas, del genocidio al crimen machista, del último saqueo especulativo a la gran depresión. Siempre hay alguien que recupera eso de culpar a la víctima, el viejo lema: ‘algo habrá hecho’. Siempre aparecen para decir que el perverso no lo era tanto y el inocente ocultaba algo de culpa, que nada es lo que parece.

Una docena de ratos en la cola de la panadería y el banco, o en bus, sirven para comprobar que ese vicio también afecta a nuestra pequeña tragedia provincial contemporánea: el paro. Sumen ustedes las veces que han oído, incluso en los últimos meses, que ni la mitad de los parados inscritos están realmente desempleados. Que los que no quieren trabajar también se apuntan. Que el que quiere un empleo de veras lo tiene siempre que sea formalito. Que los pescadores, o agricultores, o los que se encerraron en Santo Domingo, o los que sean, son unos listos que lloran mucho, piden más y pelean poco. Que mucha gente se conforma con paguita y subsidio, que está mejor así. Que todos quieren un trabajito de 9 a 2 sin esfuerzo, pringar festivos ni quebraderos de cabeza.

Se lo merecen

El poso de esas frases tan familiares es que muchos parados tienen lo que se merecen, que no hacen nada por evitarlo. En cada uno de esos reproches habrá algo de cierto (ya vale de ‘buenismo’) pero no puede servir para justificar la inmovilidad ante los que están realmente angustiados, asustados y desamparados. También pueden servir de burladero otros argumentos más razonables. Es muy posible que el actual Gobierno sea, técnicamente, el más torpe, indeciso e incapaz que ha tenido España desde que murió Fofó. Es evidente que los sindicatos han degenerado en dinosaurios anestesiados, incapaces de proteger más que los privilegios de sus representantes.

Chirigota Los de Air Comes

Resulta palmario que la patronal española es la más necia de Europa, especializada en devaluar con cada decisión los servicios y productos que quiere vender. Que la represente (en todos los sentidos) Díaz Ferrán es sintomático. Son capaces de dejar que se queme la fábrica si cuadra el balance del mes. Entre ellos, son mayoría los que creen que ‘mano de obra’ significa vago, maleante y desagradecido. Son los más reacios de Europa a entender que toda empresa es un intercambio. O no es. Son tan miopes que aprovechan la situación para fomentar el pánico caníbal de los que aún tienen nómina.

También es innegable que España tiene los asalariados menos productivos, peor formados (20 años de caos educativo), más absentistas, consentidos, malpagados y desmotivados de los países entre los que creíamos estar.

Es obvio que nuestros dirigentes viven el mayor descrédito que se recuerda, algo que no extraña si recordamos que Chaves anunció el «pleno empleo» (¡en febrero de 2008!) y, a cambio de ese insulto, ha recibido un ‘ascenso’ en vez de un billete para irse a casa.

De acuerdo. Nuestro sistema es una mierda o se le parece mucho. Siempre provoca el doble de desempleo que el de las naciones con las que nos gustaba compararnos. En recesión y en crecimiento, siempre el doble, como mínimo. Algo haremos mal. Es ineludible aceptar que necesitamos reformas y puede que el retraso de la jubilación no sea ni la mayor ni la más dolorosa de las que nos esperan.

Cada uno a lo suyo

Pero con todos los fraudes, mentiras, ajustes pendientes y errores que quieran, Cádiz tiene un paro oficial que ya roza el 30%. Todos conocemos a una persona que acaba de quedarse en paro por primera vez en su vida y teme que sea para siempre. Todos sabemos que si antes eran dos de cada diez parados –inscritos– los desesperados de veras, los dispuestos a lo que sea, los desgarrados por la ruina familiar, ahora ya son cuatro o cinco de cada diez. Muchos conocemos a alguien al borde del hambre cuando jamás le vio la matrícula ni de lejos.

Ninguno de nosotros (más allá de los afectados) ha modificado un milímetro su actitud ni su comportamiento. Nunca como en estos años nos inocularon individualismo. Ahora no sabemos ayudar en directo, al de al lado. Ni en la empresa, ni en casa, se ve un gesto de emergencia, de alarma, acorde a lo que viven todos esos aterrados.

Es más cómodo pensar en los tramposos e ineptos como coartada para olvidarles. Algo habrán hecho. El periódico, la radio, habla de drama. Pero en lo cotidiano aún actuamos como si fuera un ‘dramita’. Una charla más de ascensor, como la gripe A. No veo a nadie correr. Y hay motivos. Ni repartimos ni actuamos. No les tomamos en serio. Ni les oímos. Será porque las víctimas reales, muertas de vergüenza por estrenar desesperanza e impagos, no pueden ni articular palabr