Editorial

Llamada presidencial

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El presidente de EEUU, Barack Obama, se valió del manejo de las palabras más adecuadas para conectar con los sentimientos de la ciudadanía en su primer discurso sobre el Estado de la Unión. Una ciudadanía que en los últimos meses ha ido perdiendo confianza en la capacidad del inquilino de la Casa Blanca para superar las dificultades que el desempleo está generando en amplios sectores de la sociedad. Y que se siente inquieta por el límite al que está llegando el déficit público, lo que compromete no sólo la realización de las reformas anunciadas por Obama -entre ellas, la sanitaria-, sino que incluso pone en cuestión el mantenimiento de los actuales servicios públicos sin endeudar por encima de lo razonable a las futuras generaciones. El país que estuvo en el origen de la crisis global se resiente precisamente cuando la recesión parece haber tocado fondo y cuando el mundo necesita de la reactivación norteamericana para enfilar decididamente la senda de la recuperación. Ésta es la causa de fondo que ha acabado descolocando a Barack Obama. Pero no parece que, tras su excepcional triunfo electoral, el poder envolvente de sus palabras vaya a ser suficiente para alumbrar una legislatura de unidad y esperanza.