A mis remordimientos
Actualizado: GuardarDéjame decirte algo de mí, pues llevo demasiado tiempo escondiéndome dentro de mi esqueleto. Llevamos tiempo jugando a ser quien no somos y siempre terminas ganando tú, robándome todo mi yo. Ya no necesito nada de ti a pesar de saber que tú sí de mí. He oído a mi dolor salpicarme de culpas que no cometí.
He tenido que obligarme a crear mi propia religión, que es distinta a la de todos, aunque sí tenemos la misma fe, la misma esperanza, pero otra lucha. Me he visto bañado en sangre con las venas abiertas en la bañera y mirar cómo sonríes tras el espejo difuminado por el vaho. Me has visto caer como un ángel con las alas heridas y nunca atendiste mis ruegos y miedos.
Me hiciste sentir más perdido que a un fauno fuera de su bosque encantado y todo ello para, más tarde, verme arrodillado ante tu mordaz orgullo de sacerdote reprimido.
He intentado vender mi alma a cambio de tu absoluto abandono, pero no tuve ofertas de compra.
Debes entender que ciertos pecados forman parte de mí, como sombra bajo mis pies, y que renegar de ellos es negarme mi ser. Si te escupo, eres el viento en contra; si te asesino, terminas salvándote una y mil veces; si te hago olvido, tú te haces recuerdo. Pero déjame decirte que he aprendido a sonreír sin necesitarte, a tener ilusiones en las que creer y a jugar mis cartas en el juego de la vida. Creí que, de entre todos mis defectos, tú eras mi única virtud.
Cierto es que tuvimos momentos memorables e incluso hermosos, pero hoy todo es difuminado. Ahora te veo vagar como un mendigo procurando disuadirme con promesas rotas, las mismas promesas que yo rompí y quebranté hace tiempo.
A veces, entre el olvido y el recuerdo sólo existe una mirada, y entre el pecado y el perdón. una leve caricia.