Opinion

Aritmética del voto

También Rajoy acaba de abandonar su compromiso dogmático de eliminar Educación para la Ciudadanía

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El presidente del Gobierno se ha mostrado contento porque el 70% de la población cree que él lo hace realmente mal pero el 80% piensa lo mismo de su rival. Se trata de una lógica bastante simple: en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. No parece una idea particularmente alentadora para una sociedad bajo el plomo amargo de la crisis; pero los cabezas de huevo mantienen la disciplina: no se trata de ser buenos, sólo mejores que los otros. En el recuento de votos, basta sumar uno más. No hay que superar un examen de aptitudes ni poner a prueba el currículum; sólo es un voto más. Así que la segunda mitad de la legislatura será a cara de perro -descartado 'el año del pato cojo', como denominan los americanos al final blando de los presidentes salientes- batiéndose por ese voto de más al modo en que Winston Churchill apelaba a la defensa de Inglaterra, en cada barrio y en cada acera. El presidente, de momento, ha renunciado a sus postulados de energía verde para mantener la ayuda al carbón, en definitiva un sector minero de miles de votos afines. Empieza la tómbola.

Ahora toca fijar los objetivos. Es el momento de la 'ignoratio elenchi'; eso que Richard Clarke, zar antiterrorista de la Casa Blanca, evoca con crueldad tras el 11-S : «Powell replicó que había que centrarse en Al-Qaida (Afganistán)., pero Rumsfeld se quejó de que no había buenos objetivos que bombardear en Afganistán y que debíamos considerar bombardear Irak, que, según dijo, tenía mejores objetivos». Al-Qaida no estaba allí, pero era un buen objetivo para lucirse. De eso se trata. Si tu verdadero objetivo -el paro, el flujo crediticio- no ofrece buenos blancos para tener éxito, hay que buscar otros. Como los ingresos escandalosos de los controladores aéreos. Si el gasto público fuese una inquietud, además de los controladores, el Gobierno no avalaría el fichaje de decenas de traductores para convertir el Senado español en el Babel anhelado por los nacionalistas. Pero no se trata de gasto público sino de un objetivo fácil; como aquella humorada del que pierde las llaves del coche en una acera oscura, pero las busca bajo una farola porque allí al menos hay luz.

También Mariano Rajoy acaba de abandonar su compromiso dogmático de eliminar Educación para la Ciudadanía y ahora ofrece el rostro inexplorado del pactista. Los barómetros detectan los caladeros de votos y los de marketing se ocupan del resto. Sin duda, habrá nuevas ofertas electoralistas para mujeres, para gays, para jóvenes, ancianos, parados, familias numerosas, militares, ecologistas, estudiantes. segmentados para sumar votos con una aritmética ajena a la noción integradora del 'interés general' como vio venir Innerarity. El reto es sumar, y basta con uno más.