Cortafuegos etarra
La izquierda 'abertzale' no puede eludir la disyuntiva de «o bombas o política»
Actualizado: GuardarEl paulatino debilitamiento de ETA y las vicisitudes de la izquierda 'abertzale' fuera de la legalidad parecen contribuir a que tanto la banda como sus entornos afines estén viviendo en el desconcierto y en un debate formal que no acaba de romper con el tabú de la utilización de la violencia. Sería aventurado pronosticar el resultado inmediato de la confusa convulsión que se vive en las filas extremistas. Pero es la primera vez que en la izquierda 'abertzale' se han podido detectar tímidos intentos de dibujar una línea de actuación que no esté sometida de antemano al dictado de quienes hoy mandan en ETA y, sobre todo, es la primera vez que la izquierda 'abertzale' no consigue transferir a los demás -a los partidos democráticos y a la sociedad en general- una responsabilidad que sólo le atañe a ella: la de encarar la disyuntiva expresada por el ministro Rubalcaba en términos de «o bombas o política». En este sentido, el anuncio de que los 750 presos vinculados a la banda terrorista, que se encuentran internos en su gran mayoría en cárceles españolas pero también en Francia, han iniciado todo un año de protestas no representa más que el cortafuegos que ETA quiere trazar para dar respuesta activa a la contestación que está percibiendo en el seno de la izquierda 'abertzale'. Una vez más, la referencia simbólica y sentimental de los presos permite a la banda atenazar la conciencia de los vascos encuadrados en esa izquierda 'abertzale' y acallar la ya de por sí acobardada actitud de quienes tratarían de llevarla hacia el juego democrático. Pero la crueldad de tal operación estriba en que se basa en la conversión del verdugo en víctima, en la reivindicación descarnada de la amnistía y en la demanda de un estatus de 'presos políticos' que cuestionaría abiertamente las condenas impuestas con arreglo al Código Penal. El autodenominado 'colectivo' de presos de ETA se muestra inquieto porque se esté abriendo paso una «nueva política del arrepentimiento» que les divida. Razón suficiente para mantener la dispersión como estrategia para procurar que cada día más reclusos inicialmente sujetos a la disciplina de la banda se sientan liberados de la doble condena que padecen a manos de sus propios compañeros.