... Ya veremos
Actualizado: GuardarEl año que viene ya está aquí, recién estrenado, aunque no lo parezca. El calendario nos ha dado la oportunidad de prolongar las fiestas en una especie de ‘súper-puente’, no sé si para bien o para mal, porque se estira hasta la agonía la tortura de los balances y de los mensajes institucionales, un ejercicio obligado que no viene sino a confirmar que cada uno mira la feria según le va, cuando no se permite el lujo de falsear la realidad a su antojo. No hace falta irse a los primeros espadas: Hay que ver, por ejemplo, el optimismo de la delegada provincial de Cultura, que vende como realidades proyectos tan largamente postergados como el centro de interpretación del Teatro Romano y la ampliación del Museo a la Casa de Pinillos, que acarrean tal cantidad de incumplidos que si fueran alquileres ya habrían llevado al desahucio a su responsable. La realidad es tozuda y por mucho que las fechas inviten a la amnesia hay que pedir un poco de consideración hacia el público, antes llamado ‘el respetable’.
La cosa es que que 2010 asoma como un ‘déjà vu’: largas colas de parados, cada vez más gente por debajo del umbral de la pobreza, proyectos sin cumplir, obstáculos constantes al despegue definitivo de una provincia que no termina de encontrar una sólida vía de futuro... Por ejemplo, el parón a Las Aletas, que nos deja con la miel en los labios, como a ese ciudadano que anuló una primitiva en el estanco de la calle Compañía y se quedó sin los 74.000 euros del premio. Por ejemplo, el retorno de las batallas campales a la Punta de San Felipe, cuando pensábamos que teníamos el botellón controlado, porque lo habíamos apartado de nuestra vista. Los incidentes de Nochebuena, aparte de horrorizar a bienpensantes padres y madres de familia, estalla en las manos del Ayuntamiento. No vale con culpar a la Policía Nacional ni con proteger el negocio de los bares. Tendrá que aclarar las cosas y tomar decisiones antes de que se produzcan males mayores.
En los brindis navideños, días atrás, alguien dijo: «¡Qué ganas tengo de que acabe este año.. y no empiece el siguiente!». Edgar Morin se ha declarado «pesioptimista», por la realidad crítica, pero también por los grandes avances de la ciencia. Puede valer. Toca armarse un esquema mental con los mimbres que cada cual se proporcione. Lo único claro es que nunca volveremos a la prosperidad antigua y que se impone un aterrizaje en un suelo mucho más modesto, pero, esperemos, más sólido. Ver si hay una respuesta adecuada desde las ideologías – por ejemplo, esa vuelta a lo local, a las pequeñas empresas, al ‘artesano’; la ‘desglobalización’ que propone Sennett- es uno de los retos más apasionantes de este tiempo.
Entre tanto, pensemos que hay algunas industrias a punto de empezar, que mejoran las comunicaciones, que la educación recobra su papel protagonista y hasta puede ser, por fin, escenario de pacto...
Las grandes tareas exigen esfuerzos enormes. Con todo, lo mejor ya lo cantó una chirigota gaditana, allá por 1983: «Y el año que viene... ya veremos».