Los que quedamos
Actualizado: GuardarUna amiga dice siempre que el tamaño no importa si es el adecuado. Como no son fechas para guarrerías, mejor aplicar la máxima al censo gaditano.
Como cada año, a fecha fija, el Instituto Nacional de Estadística (INE) hace público el número oficial de habitantes de cada ciudad. Tiene una influencia directa y objetiva en transferencias estatales, en la financiación de servicios. No es un número inservible. Pero tampoco se le solía prestar tanta atención hasta hace unos 15 años, cuando la capital empezó a perder habitantes de forma constante, más o menos aguda según la entrega. De casi 150.000 a casi 125.000 en apenas 20 años. La caída de este año (400 marchitos) no ha sido una excepción y refleja que la ciudad perdió a gaditano y medio al día durante 2009. Para recuperar el tono casto, pensemos que la mitad de ciudadano a la que se refiere esa cifra es de cintura para arriba.
Esta situación es entendida como un ataque frontal por parte de la Alcaldía. Esta interpretación política se ha consolidado por dos causas. La primera es que el PP local decidió hace años tomárselo como una ofensa (como si fuera responsabilidad sólo suya, desde San Juan de Dios). La segunda es que el PSOE decidió, hace el mismo tiempo, usarlo como arma arrojadiza (como si no fuera responsabilidad también suya, desde la Junta). Han repetido tanto el mensaje que resulta complicado acercarse a la situación tal cual es (o parece ser).
El enredo demográfico ha llegado a tal punto que el Ayuntamiento se gastó, este año que termina, 600.000 euros sólo en intentar tener razón, en realizar un censo paralelo, sin valor, con métodos descacharrantes, para decir que Cádiz tiene unos cuantos miles de vecinos más de lo que asegura el pérfido INE. Esa inservible y supuesta victoria moral no tiene consecuencia práctica alguna, ni valor oficial. Los cien millones de pesetas empleados sí que son de curso legal y se han perdido para siempre. A todos se nos ocurren mejores formas de gastarlo que comprar vanidad política. La madurez y coherencia de su postura ha quedado confirmada cuando han salido los nuevos datos de este año: «Que no, hombre, que no, que eso es todo mentira», vienen a decir.
La pérdida constante de habitantes es triste, y quizás grave, si se analiza como la consecuencia de un estado de ánimo, de una situación de deterioro colectivo. Sería preocupante si responde al descenso de población joven que, con alarmantes porcentajes de fracaso escolar, debe salir a buscar empleos poco cualificados donde los haya.
Si se van los de menor edad, si la falta de oportunidades echa raíces, si la natalidad se derrumba, si el relevo no llega y si, como siempre proclamó un enorme periodista llamado Javier Rubio, Cádiz se va convirtiendo poco a poco «en el geriátrico más lujoso de Andalucía» entonces sí hay motivos para tentarse la ropa, asustarse y sopesar si nuestra derrota colectiva tiene revancha posible. Si ese análisis fuera certero, o cercano, resultaría cínico que el PSOE se desmarcara y se lo achacara a los demás, como si las políticas de educación y empleo no fueran cosa suya hace tres décadas.
En cambio, si no responde a una variante de degeneración social, no tendría mayor importancia. Si no responde a la falta de viviendas (físicamente inevitable hasta cierto punto), si no es consecuencia directa de un fracaso institucional en la oferta de planes educativos efectivos y estables, de servicios públicos accesibles, de alicientes para el empleo y la industria, es decir, si sólo fuera un número demográfico, una tendencia social, carecería de importancia. Cádiz, dentro de dos años, ganará de golpe 50.000 habitantes más. El barco de piedra (lo dijo Borges) al fin quedará anclado a Los Puertos con otro cabo, en forma de un segundo puente que pondrá a mucha de esa gente a cinco minutos del centro. Un vecino del Río San Pedro podrá estar más cerca (en tiempo de desplazamiento) de Ancha que uno del Paseo Marítimo. Extramuros (un lugar por el que ya no habrá que pasar para entrar o salir del casco antiguo) recordará de pronto que le coge más a mano San Fernando que el centro de Cádiz. Y viceversa.
Todo eso, con la prudencia que recomienda el pronóstico simplista, sucederá antes de que pasen tres años, por lo que los conceptos de población real, flotante, de ida y vuelta, habrán de ser necesariamente revisados. Igual es deseable una ciudad de Cádiz con sólo 100.000, siempre que otros tantos la visiten a diario y se prepare para eso, siempre que los que se vayan lo hagan por preferencia vital, porque les resulta conveniente dormir en un lugar de la Bahía, trabajar en otro y tomar café en un tercero. Esa situación –siempre anunciada, ya vivida– se acelerará en 2012 hasta deformar los conceptos de población que manejamos hasta ahora. Conviene preverlo, prepararse.
Otra cosa, claro, es que el personal se largue con el cuchillo del paro pinchándole la espalda. En ese caso, sí estaríamos hablando de una desgracia con la que, por cierto, podrían dejarse de jugar un partido y otro. Que todos han tenido muchos años para actuar en vez de achacar y denunciar.
Siempre al de enfrente, claro.